La panadería italiana tiene un gran magnetismo. Panes que nacen de pocos ingredientes, pero cargados de identidad, moldeados por la geografía, las costumbres y el latido de cada región.
Hay masas altas y esponjosas que invitan a mojar en aceite de oliva, panes rústicos pensados para acompañar charcutería potente, bocados fritos que se comparten en mesas familiares y versiones planas que hoy son un símbolo del street food moderno.
Explorar estos panes es acercarse a una cultura que convierte lo cotidiano en un ritual y que sigue marcando cómo comemos, viajamos y recordamos los sabores del Mediterráneo.
#. Focaccia.
Clásico italiano de masa alta y alveolada, generosa en aceite de oliva. Puede llevar hierbas, tomates o aceitunas, y se come sola o como base de sándwiches. Es primo cercano de la pizza, pero con alma propia.
#. Ciabatta.
Pan rústico de miga aireada y corteza bien crocante, ideal para armar sándwiches. Su alta hidratación le da esos agujeros tan característicos. Nació en los ’80 como respuesta italiana al auge de la baguette francesa.
#. Piadina.
Pan plano y flexible, típico de Emilia-Romaña. Es una masa tipo hojaldre hecha con harina de trigo, grasa de cerdo (o aceite de oliva), agua y sal. Se cocina en plancha y se pliega con embutidos, quesos o verduras. Es la respuesta italiana al street food simple y bien hecho.
#. Puccia.
Pan redondo del centro-sur italiano, suave y liviano, perfecto para rellenar. Suele perfumarse con aceitunas o hierbas. Es protagonista del sándwich mediterráneo de tradición y tiene una forma que recuerda, quizás, al pan pita de Medio Oriente.
#. Pane toscano.
Pan sin sal, de corteza firme y miga densa, tradicional de la Toscana. Su sabor neutro está pensado para acompañar embutidos y quesos potentes. Es un básico de la mesa toscana desde la Edad Media y tiene denominación de origen protegida.
#. Pitta.
Pan plano del sur de Italia, especialmente Calabria. Puede ser hueco para rellenar o fino para acompañar platos, y tiene un agujero característico en el medio que lo diferencia de otros panes de la región.
#. Gnocco fritto.
Se trata de un bocadito inflado y crocante que se fríe hasta quedar dorado. Se sirve caliente con prosciutto o quesos blandos, y es un infaltable en las mesas de Emilia-Romaña.
#. Taralli.
Son rosquitas saladas y crocantes, hervidas y después horneadas. Pueden ser neutras, picantes o perfumadas con hinojo, pimentón, anís, u otras cosas. Son el snack que acompaña vinos, picadas y sobremesas.
#. Schiacciata.
La schiacciata es la versión toscana de la focaccia, más fina y bien aceitada. Puede ser dulce o salada, según la zona.
#. Fugassa.
Nombre ligur de la focaccia tradicional, famosa por su superficie irregular y bien dorada. Es más aceitosa y con perfume a romero. Representa el sabor de la costa italiana.
#. Grissino.
Palitos largos y crocantes originarios de Turín. Son la entrada por excelencia en restaurantes italianos, y argentinos también.
#. Friselle.
Roscas duras y horneadas dos veces, típicas de Puglia. Se hidratan con agua y se coronan con tomate, aceite y sal.
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