Chocolatín Jack, historia de una golosina clásica

El chocolate que fascinó a generaciones de argentinos tiene sus secretos…

En los últimos años, los más chicos se desesperan por los huevos Kinder, la golosina de chocolate, de origen italiano, que está envuelta en papel metálico y que, en su interior, lleva una cápsula amarilla con un pequeño juguete para armar que suele ser bastante sofisticado, al punto que los niños desean más la sorpresa que el chocolate en sí.

Décadas atrás, en los kioscos argentinos no existían estos huevos pero sí otras golosinas con sorpresa como el Topolín y el chocolatín Jack, una creación de la fábrica de chocolates FelFort que arrancó en 1962 y sigue disponible a la actualidad.

“Fue un boom inmediato”, cuenta Héctor Pandolfi, hombre de ventas con cinco décadas en la empresa de la familia Fort. “Es que no había nada parecido porque era un chocolate de calidad con una sorpresa de calidad. Y si bien se lanzó en 1962, la idea venía de antes. Porque durante la década de 1950, Carlos Fort había viajado a los Estados Unidos y había visto un producto con sorpresa, y ese concepto fue el embrión del chocolatín”, cuenta Pandolfi.

Al respecto, Daniel Uría, el famoso chocolatier dice que “cuando era chico era un buen chocolate, pero hace muchísimos años que no lo pruebo. Verdaderamente era un clásico y me encantaba coleccionar sus personajes, sobre en todo los de Titanes en el Ring”. Es que FelFort siempre cuidó la calidad de sus chocolates; durante un tiempo hacían el Jack con cacao proveniente de Perú y Ecuador. Actualmente, por cuestiones de comodidad y logística lo están trayendo la materia prima de Brasil.

Desde sus inicios, el chocolate era rectangular, del tamaño de una pequeña caja de fósforos, y el centro estaba hueco, como si fuera una especie de vano o sarcófago, donde se incluía un pequeño juguete que formaba parte de una colección anual que en sus primeros tiempos lanzaba la marca junto con la revista Anteojito, y constituyeron un auténtico grial para varias generaciones de chicos.

Otro aspecto interesante, según narra Pandolfi, es que durante un tiempo los chocolatines eran un auténtico valor de cambio. Era tanta la demanda que los comerciantes corrían a la empresa a comprarlos para revenderlos con un buen margen de ganancia.

Al principio las sorpresas no estaban customizadas. Estaban formadas aleatoriamente por animalitos y numerosos superhéroes. Pero después vinieron las colecciones de muñequitos de plástico duro pintados a mano, un tanto rústicos, pero con sobrado encanto. Las más populares fueron las de Titanes en el Ring, con personajes como Martín Karadagian, La Momia y el Ancho Rubén Peucelle; la de los equipos de fútbol y las de los dibujos animados de García Ferré, como Larguirucho e Hijitus.

También hubo colecciones con Animal Toones y El laboratorio de Dexter. Actualmente, los Jack, que se siguen pintando a mano, incluyen colecciones de los Simpson, Angry Birds y EMoji.

Estos chocolatines con sorpresa tuvieron sus momentos de gloria, así como sus momentos comercialmente flojos, pero salvo por un paréntesis de cuatro años por dificultades con las importaciones, jamás dejaron de producirse. Y lo bueno es que se los sigue encontrando en los mostradores de los kioscos.

¿Te acordás del chocolatín Jack?


Author: Cucinare

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