Gastrodiplomacia: por qué la cocina es clave para las relaciones exteriores

Es una rama poco conocida de la gastronomía pero resulta tan apasionante como influyente.

Desde siempre, la diplomacia encontró en la gastronomía una manera de crear un ambiente relajado alrededor de discusiones duras y tensionantes. En ese sentido, los franceses, con su famoso ministro de Relaciones Exteriores Charles Maurice de Talleyrand, demostraron el poder de la alta cocina para alcanzar cualquier acuerdo diplomático, por más difícil que resulte.

Fue Talleyrand, acompañado por uno de los cocineros más famosos de la historia, Antonin Carême, quien logró, en el Congreso de Viena en 1815, sellar el destino de Europa durante un siglo gracias al arte de la cocina. “Majestad, necesito más cacerolas que instrucciones escritas”, le escribió al rey Luis XVIII, sobre la marcha de las negociaciones.

Más cerca en el tiempo, fue la estadounidense Hillary Clinton, durante su cargo como secretaria de Estado de Barack Obama, quien lanzó en 2012 el Diplomatic Culinary Partnership (Partenariado Culinario Diplomático) para que decenas de cocineros de Estados Unidos dieran a conocer el rol de la cocina en la diplomacia estadounidense.

Pero en el siglo XXI nació la gastrodiplomacia, una rama del servicio exterior poco conocida pero fundamental, que consiste en promover un país como si fuera una marca, a través de su cocina, para impulsar las inversiones y desarrollar el comercio y el turismo.

Son varios los países que han tenido éxito en desarrollar estrategias en ese sentido. En la región, México y Perú son los que mejor entendieron la fuerza de la cocina como herramienta para promoverse. En Europa, los primeros habían sido España y los países escandinavos, pero hoy casi todos los practican, en mayor o menor medida.


Author: Cucinare

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