Pulpo de granja, el animal que encendió el debate: ¿es ético comerlo?

Cada día hay más conocimientos acerca de la inteligencia y sensibilidad del cefalópodo. ¿Está bien consumirlo?

Por Luis Lahitte

Hay pocas cosas más ricas que un buen pulpo. El cefalópodo ofrece una carne nacarada, suave y exquisita, que gustan en todos los continentes.

En la Argentina, la afición por el pulpo llegó gracias al aporte de los cántabros (gallegos y lusos), y de los italianos del sur, que lo tienen en gran estima.

Su pesca es artesanal, por lo general de caladero, o industrial, esta última realizada en alta mar con redes de arrastre.

Se puede comercializar congelado, fresco, enlatado, ahumado y seco.

Antiguamente, al pulpo recién pescado se lo desembarcaba en el muelle, donde las mujeres esperaban provistas de garrotes de madera para “apalearlos”.

Este costumbrista pero cruel proceso tenía por función separar las fibras de los cefalópodos. Actualmente, el procedimiento fue reemplazado con un congelamiento rápido, que cumple una función similar.

Pero a raíz de una noticia reciente se acaba de desatar un intenso debate acerca de si es ético consumir pulpo de granja, proyecto que comenzará a desarrollarse dentro de pocos meses.

La multinacional española Nueva Pescanova en breve comenzará a producir pulpo de cultivo, en una suerte de granjas en la Palma de Gran Canaria, para consumo, lo que causó consternación entre los conservacionistas y la comunidad científica, que aseguran que esta especie es particularmente inteligente y sensible.

Según consignó La Nación, “el grupo de campaña Compassion in World Farming (CIWF) escribió a los gobiernos de varios países, incluido España, instándolos a prohibir el proyecto. La doctora Elena Lara, directora de investigación de CIWF, afirmó que los pulpos “son animales asombrosos. Son solitarios y muy inteligentes. Así que ponerlos en tanques estériles sin estimulación cognitiva es malo para ellos”.

Un ejemplo de ellos es el excelente documental realizado para Netflix por el cineasta Craig Foster, quien durante un año visitó la madriguera del cefalópodo a diario, durante un año, a fin de ganarse la confianza del animal, al punto de que llegó a interactuar con él y a descubrir reacciones que demuestran una inteligencia avanzada.

Y ciertamente el pulpo tiene la capacidad de idear soluciones a problemas como la búsqueda de comida, Además, aprende a resolver problemas observando a otros pulpos, y cuenta con la capacidad de recordar las soluciones.

Por ejemplo, en el documental aprendió a adherirse a la espalda de un tiburón, escualo que meses antes le había arrancada un tentáculo de una dentellada.

Al respecto, el punto de vista del cocinero y periodista gallego Manuel Corral Vide es interesante por demás: “Existe una tendencia general a encuadrar a todos los seres vivos como ‘animales no humanos’, mientras muchos humanos, dudan en reconocerse como animales. Cuestiones culturales y/o religiosas han protegido o divinizado diversos animales a lo largo de la historia. El salmón como pez sabio entre los celtas, las vacas en la India, etc”.

Y agrega: “Al pulpo, siempre se le atribuyeron cualidades diferenciales, como al delfín. Hay miles de leyendas, dibujos, sobre los pulpos. Lo empírico se volvió certeza con los nuevos estudios, revelando un cerebro bastante desarrollado”.

Ahora bien, ¿cuál es la pregunta que nos hacemos? ¿Dejamos de comer pulpo? Nos debemos, en este siglo XXI una discusión seria sobre nuestra alimentación. En lo personal, claro, honraré al pulpo elaborándolo conforme a la tradición”, argumenta Corral Vide.

Quizás la solución pase por aumentar la veda pesquera del cefalópodo y prohibir el desarrollo de granjas, de forma que el inteligente animal disfrute de su crianza en libertad.

¿O será que las granjas deberán tener las condiciones necesarias para que el pulpo viva en un entorno amable hasta su pesca? El debate está abierto.


Author: Lahitte

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