Sopa Campbell’s: la historia de un ícono entre la comida y el arte

Historia de un producto que alimentó masas y cuya imagen se transformó en objeto de culto.

En la imaginación de muchas personas, la sopa despierta recuerdos entrañables, como la mesa familiar, generalmente en invierno, con la madre o abuela inclinada sobre la olla, o repartiendo cucharadas desde una sopera.

También se la asocia con los cuentos infantiles, como el de los tres ositos, a pesar de que los platos de cuchara cada vez tienen menos espacio en la cocina contemporánea.

Pero la sopa, además de surgir de los vegetales cortados pacientemente por la nonna, también puede salir de un sobre o de una lata, más aún en la sociedad moderna. Y estas latas anónimas, muchas veces estridentes, no tienen cariño alguno y son un mero objeto de consumo cuyo único fin es saciar el apetito de forma instantánea. Quizás el ejemplo más icónico de este concepto sea la sopa en lata Campbell’s, marca no muy conocida en la Argentina pero omnipresente en la góndola de cualquier comercio de los Estados Unidos.

Tan famosa como la sopa son las 32 serigrafías sobre lienzo en las que el legendario Andy Warhol las plasmó. El nacido en Pittsburgh, padre del arte pop, entendió que hasta el más cotidiano de los objetos podía elevarse al rango de obra de arte, incluso una humilde conserva, hoy entronizadas en el museo Museo de Arte Moderno de Nueva York.

Pero si del producto se trata, la empresa fue fundada en Nueva Jersey en 1869 por Joseph Campbell y, desde sus comienzos, se dedicó a la fabricación de sopas enlatadas, siendo quienes fabricaron la primera sopa de tomate, uno de los 10 alimentos enlatados de mayor venta en los Estados Unidos. En 1897, John Torrance creó para Campbell la sopa condensada, un producto clave para la compañía y, en 1898, luego de ver el uniforme que lucía en equipo de fútbol americano de la Universidad de Cornell, Torrance lleva los estridentes colores rojiblancos de los deportistas a las etiquetas de la sopa.

Cucinare consultó a Ignacio Gutiérrez Zaldívar, experto en arte, propietario de la galería Zurbarán y fundador de la Academia Argentina de Gastronomía, qué opinión le merecían las piezas de Warhol y qué relación tenían con la alimentación. “La primera vez que las expuso fue en Los Ángeles, y el marchand compró las 32 serigrafías y años después las vendió en una fortuna (N de la R: 15 millones de dólares en 1987). Yo creo que Warhol no quiso hacer nada con la gastronomía, sino que quiso tomar un objeto común y popularizarlo. Él consideraba que el arte debía estar asociado al consumo y a las preferencias de la gente. En cierta manera era el más popular de los artistas, lo mismo que ocurrió en la Argentina con los almanaques de Molina Campos, donde Alpargatas quiso hacer una campaña de marketing, pero con el tiempo se transformaron en un objeto de culto que todos querían tener”, concluye el especialista.

¿Habías escuchado hablar de estas serigrafías?


Author: Cucinare

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