Donald Trump descubrió que hay un arma mucho más poderosa y menos dañina en materia de vidas humanas con la que puede iniciar todas las guerras que se le antojen: los aranceles a las importaciones. Y el último al que le acaba de declarar el inicio de las hostilidades, a menos que se rinda antes de luchar, es Francia y su vino, considerado como mal negocio por el presidente de Estados Unidos.
Para Trump, el comercio vinícola entre ambos países está “desequilibrado”, lo que es una obviedad considerando la calidad y prestigio de los vinos franceses con respecto a sus homólogos estadounidenses, entre los cuales existen muy buenos, pero no se puede decir que el pueblo de ese país sea un gran consumidor de vinos como los franceses.
Para Francia, la guerra que le acaban de declarar es un tema muy sensible, ya que se trata de una exportación de muy alto valor, que le permitió ingresos en 2018 de casi 9.500 millones de dólares. Y que, en caso de que el gobierno de Estados Unidos decida subir los aranceles, podría perder a manos de sus otros dos grandes competidores europeos: Italia y España.
Mientras tanto, las bodegas argentinas se preguntan si les sería beneficiosa una guerra comercial entre ambos países por el vino, como está ocurriendo en muchos otros productos más entre Estados Unidos y China. Pero la realidad es que los vinos franceses compiten en un rango de precios diferente del de los argentinos, por lo que esta guerra se mirará desde la tribuna, en caso de que termine estallando.
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