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Natural o en lata, el dilema de los fanáticos del ananá

Es una de las pocas frutas cuya versión en conserva es tanto o más rica que la natural.

El ananá es una de las frutas más fragantes y dulces del repertorio, originaria de Sudamérica, aunque también se la cultiva en otros climas tropicales, como Tailandia y Filipinas (fue Cristóbal Colón quien la introdujo en Europa). Tiene una piel nudosa, áspera coronada por un penacho de hojas puntiagudas de color verde. Pero la gran sorpresa está en su dulcísima pulpa de color amarillento, que además es jugosa.

Se la suele ver en los supermercados, tanto fresca como en lata, y acá se presenta un dilema porque en ambas versiones es exquisita. Sí, porque el ananá es una de las pocas frutas a la que el envasado le sienta bien. El ananá en almíbar tiene la ventaja de que es fácil de abrir, ya está porcionado, es tierno y no difiere mucho de la fruta en su estado natural. Además es funcional para hacer diferentes postres.

Sin embargo, el ananá fresco, cuando está maduro, es mejor para el sistema digestivo. Pero debido a que hay algo de calor involucrado en el proceso de enlatado se pierde una buena cantidad de vitamina C y otras vitaminas sensibles al calor. De acuerdo con NutritionData.com, el ananá enlatado en su jugo tiene solo alrededor del 60% de vitamina C que el ananá fresco crudo.

Sin embargo, una taza de ananá enlatado todavía proporciona el 28% del valor diario de esa vitamina. Además, el ananá crudo también contiene una enzima antiinflamatoria llamada bromelina, que se destruye en el proceso de enlatado.

Dicho esto, ¿cómo conviene elegir un ananá? Primero hay que mirarlo, tomarlo entre las manos y olerlo. Tiene que tener esa inconfundible fragancia dulzona que lo caracteriza, de lo contrario no está maduro. La corona tiene que tener las hojas rígidas y brillantes, y debe sentirse sólido y firme en las manos, sin máculas.

Una vez comprado, no es aconsejable guardarlo entero en la heladera, aunque se lo puede limpiar, cortar y porcionar, y ahí sí, guardarlo por un máximo de tres días. Y si uno quiere, se puede cortar en cubos y congelar en un tupper.

Se puede cortar en rodajas o cubos y emplearlo tanto en ensaladas como guarniciones o tortas. Incluso se pueden cocinar rodajas de ananá a la parrilla untadas con manteca y azúcar; tal es su versatilidad. También se lleva bien con bebidas espirituosas dulces como el ron o el Cointreau. Y es excelente para elaborar mermeladas y chutneys.

¿Qué preferís, el ananá fresco o enlatado?

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