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Historia de un aliado en tiempos de aislamiento: así nació la pizza congelada

Quizá no sea riquísima ni mucho menos artesanal. Pero que te salva, te salva.

Sería sobreabundante hablar sobre la importancia que tiene la pizza en la dieta de los argentinos. Basta decir que, junto con la milanesa y las empanadas, forma parte del ADN culinario nacional.

En materia de pizzas, hay un abanico de opciones cada vez mayor, que va de la clásica elaborada al molde, la napolitana, a la piedra, a la parrilla y los estilos neoyorquinos de reciente factura en el país.

Pero existe una pizza que si bien está un escalón abajo en materia de protagonismo gastronómico, debe ser tenida en cuenta. Se trata de la pizza congelada industrial, que duerme en el freezer y sale para sacar del apuro a más de un comensal cansado o urgido de comer algo rápido.

Y la pregunta es… ¿a quién se le ocurrió la idea de fabricar la pizza congelada? El desarrollo no vino ni de Italia, lo cual hubiera sido lógico, ni de la Argentina, país pizzero por definición, sino de los Estados Unidos.

El concepto surgió en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Es que fuerzas estadounidenses conocieron la pizza durante la ocupación del sur de Italia y, a su regreso, sumado a la importante comunidad italiana asentada en la ciudad de Nueva York, la pizza “pegó”.

Pero la idea de fabricar el producto congelado, según un artículo de The New York Times de 1950, fue idea de un hombre llamado Leo Giuffre, cuyo trabajo ayudó a crear una industria global multimillonaria, aunque el primero en patentarla fue un tal Joseph Bucci.

Bucci presentó su patente en 1950, y le fue otorgada en 1954. Este empresario tenía la intención de solucionar los problemas con una masa de congelación rápida para que la pizza tuviera la textura correcta al momento de cocinarse. Su solicitud de patente decía que “he encontrado que cuando los alimentos de esta categoría se congelan rápidamente y posteriormente se descongelan, calientan y sirven, la humedad no deseada penetra en la masa y la vuelve pastosa y desagradable (…). Como resultado, la masa es de consistencia irregular, frecuentemente gomosa en algunos puntos y dura en otros. Además, la salsa que se vierte sobre la masa a menudo penetra a través de las porciones y se quema contra la sartén (…) Por lo tanto, el objetivo de mi invención es proporcionar un alimento congelado donde la humedad no deseada no penetre la base de la pizza, independientemente de la temperatura de la comida”.

Además de Bucci, hubo otros pioneros en la materia. Un diario de Massachusetts publicitaba pizza congelada en los primeros meses de 1950, y en Akron, Ohio, en 1952, un hombre llamado Jack DeLuca aprovechó un receso de verano en los restaurantes de la ciudad para crear su propia línea de pizzas congeladas. El producto se hizo tan popular que a fin de año sus pizzas se encontraban en más de 300 locales. En 1951, en Chicago, un músico llamado Emil De Salvi ideó Pizza-Fro, una marca de pizza congelada que llegó a venderse en los estados vecinos.

Pero la madre de todas las pizzas congeladas, la primera en venderse a nivel masivo en los Estados Unidos, fue obra de una mujer de Minnesota llamada Rose Totino. Ella era una cocinera aficionada de Pennsylvania, que a menudo hacía pizzas para sus amigos. Su hobby la llevó a lanzar un restaurant italiano junto a Jim, su marido: en 1962 la pareja se abocó al negocio de las pizzas congeladas.

La apuesta fue un auténtico boom y, muy pronto, fue la marca más vendida de pizza congelada. En 1975 el gigante Pillsbury compró la compañía por 20 millones de dólares, la primera incursión de Pillsbury en el negocio de los alimentos congelados.

¿Y en la Argentina? La primera en llegar al país fue Sibarita, con su popular eslogan que, contra lo que se pensaba, encontró un nicho en el mercado. No era en un producto económico, pero gozó de buena aceptación. En 2007 pasó a manos del grupo McCain, uno de los grandes jugadores a nivel mundial en materia de congelados.

¿Sos de tener pizza congelada en el freezer?

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