Un preconcepto bastante instalado en la alimentación sostiene que la comida ecológica y orgánica no solo es buena para el organismo, sino que también hace menos daño al medio ambiente.
Si bien esta afirmación es en parte verdadera, ya que en general prescinde del uso de pesticidas en los cultivos, por otra parte, encierra una “trampa” en su enunciado, que puede hacer que termine afectando al planeta, desde el punto de vista de emisión de gases de efecto invernadero y su impacto en la biodiversidad.
Es que en general, la normativa no regula el transporte de alimentos y todavía no se defiende lo suficiente el concepto de “kilómetro cero”, que implica consumir únicamente productos cultivados a la menor distancia posible.
Por eso, una manzana cultivada en Río Negro puede tener bajo impacto ambiental en esa zona, pero muy superior si es exportada y consumida en Brasil o Rusia, los principales destinos de exportación.
Esto hace que se haya generado un debate global respecto de algunos productos comercializados como ecológicos, pero que, si se los considera en función de su traslado hasta el punto de consumo, esta distinción puede quedar distorsionada.
Dos grandes ejemplos a nivel mundial son las paltas de Chile y los kiwis de Nueva Zelanda. Pero casos similares abundan en todo el mundo.
¿Sos de consumir alimentos cultivados a nivel local?
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