Pocas son las personas que conocen las virtudes del tamarindo, particular fruto casi desconocido en la Argentina pero muy popular en Asia y África. Se trata de un árbol que brinda una fruta regordeta parecida a una vaina, de sabor dulce y ácido, autóctono de Asia. La palabra tamarindo deriva del árabe tamar hind, que significa “dátil indio”.
Cada parte del árbol de tamarindo es útil ya que las hojas se utilizan como antiinflamatorios caseros, la madera se emplea en carpintería, y las semillas incluso son piezas en algunos de los juegos de mesa más tradicionales de la India. Pero el principal activo culinario es su pulpa de color marrón o café oscuro, de sabor agridulce.
De hecho, cuando la pulpa está madura sirve como un excelente adobo para carnes y mariscos, y también se agrega a una amplia gama de chutneys y salsas, mientras que cuando está verde, si bien es extremadamente ácida, también se pica para realizar encurtidos. Otra opción es usarlo en deshidratado, en polvo, tanto en dulces como bebidas y snacks.
Pero además tiene virtudes medicinales. Es rico en tiamina, hierro, magnesio y fósforo, el tamarindo también es un tesoro de antioxidantes. “La pasta de hojas de tamarindo ayuda a curar la inflamación y los esguinces”, dice Regi Mathew, copropietario y director culinario de Kappa Chakka Kandhari en Bengaluru y Chennai. “Un té caliente hecho con estas hojas es un bálsamo para la garganta irritada”, añade.
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