¿Qué sería de Buenos Aires sin sus pizzerías históricas, baluartes del paladar ítalo porteño?
Porque lo que parecía impensado, está sucediendo, ya que en los últimos días de septiembre la icónica Burgio, ubicada en el barrio de Belgrano, cerrará sus puertas.
Se trata de una pizzería fundada en 1930 por un italiano de apellido Burgio, negocio que cambió de manos en 1960.
Desde aquel entonces lo capitaneó el asturiano Alberto Méndez. Pero ahora el local tiene los días contados porque el próximo fin de semana bajará sus persianas.
“Es una posibilidad concreta que Burgio no vuelva a abrir”, dijo un empleado que pidió el anonimato.
“Y cierra por un problema de agotamiento del negocio, de los dueños y de los encargados. No sabemos qué va a suceder en el futuro próximo, si se harán reformas para mejorar el lugar o si su cierre será definitivo; quizás los dueños quieran hacer otra cosa con el inmueble, pero eso no tenemos claro”, concluyó el empleado.
Al igual que otras pizzerías clásicas porteñas, Burgio tiene dos sectores: el de adelante, que cuenta con tres mostradores para comer de parado, y un salón al fondo para sentarse, cuyas paredes están cubiertas de coloridas venecitas.
La casa es famosa por su horno a leña, de donde salen sendas pizzas de muzzarella, además de fugazza y calabresa, siempre de media masa, la especialidad, aunque algunos la califican de ser un tanto aceitosas.
También sale una buena fainá, deliciosamente ahumada, servida en platos metálicos.
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