Todo sobre el estreno de esta serie de gusto dudoso acerca de la cocina callejera mexicana.
En primer lugar no debe tomarse esta serie en serio, sino con sentido del humor. El segundo comentario es que conviene verlo con el estómago vacío, a no ser que quieras ser víctima de una descompostura. Esta nueva serie de Netflix llamada “La divina gula”, tiene mucho de gula, pero nada de divina.
Desde el principio al fin de los capítulos hay exceso, mal gusto, tamaños XXL y combinaciones imposibles: es una parodia del maravilloso trabajo “La cultura del antojito” del investigador Narciso José Iturriaga, hombre que realizó un paneo de la elegante, cromática, deliciosa y tradicional cocina ligera mexicana.
Tanto director como guionista lograron una profunda crítica a la sociedad industrial en la que vivimos, donde reinan los productos ultraprocesados, sobra la sal, el azúcar, colorantes, conservantes y dónde la obesidad es un serio problema.
La serie comienza con la michelada que en su versión original es un vaso escarchado con sal y lleno de cerveza y jugo de limón. Pero aquí corren a un extremo grosero y brutal, e introducen ingredientes impensados, como gominolas y granas de colores. Simplemente intomable.
Peor aún es el segundo capítulo, dedicado a los nachos. En vez de totopos de maíz emplean doritos y papas fritas industriales para elaborar mezcolanzas insostenibles, donde se combinan ingredientes insólitos.
Lo mismo sucede con las versiones grotescas de los burritos percherones de Sonora, envueltos en una “tortilla sobaquera” del tamaño de un bebé, o los huaraches de hasta seis kilos. También se desvirtúan los pambazos, unos panecillos mexicanos rellenos que en la serie alcanzan versiones extremas. Y ni hablar de los postres, reinterpretaciones psicodélicas de clásicos realizadas con productos que uno puede encontrar en un kiosco.
Hay muchas y mejores series de gastronomía en las plataformas de streaming pero si uno tiene su dosis de morbo y estómago fuerte, debería ver esta parodia.
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