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Mayonesa, el aderezo que genera abusos por fanatismo y despierta odio en sus detractores

Este condimento universal tiene amantes, pero también gente que milita contra su uso. Por qué no debería gustarte.

¿Existe alguien que no tenga un frasco de mayonesa en su heladera?

Seguramente, pero son muy pocas las personas que pueden prescindir de esta salsa. Este es uno de los aderezos más populares de Occidente.

Su preparación carece de mayores secretos ya no es ni más ni menos que una emulsión realizada a base de yema de huevo y aceite.

En general, es fabricada industrialmente por grandes empresas de la alimentación.

El origen de la mayonesa, como tantos otros hitos de la gastronomía, está estrechamente vinculado con acontecimientos históricos.

La teoría más sólida afirma que se creó durante una batalla entre Francia e Inglaterra.

Parece ser que, en el año de 1756, los franceses vencieron a los ingleses en la isla de Menorca y conquistaron el puerto de Mahón.

Esta sencilla salsa es turgente, suave y aterciopelada cuando es casera, con un toque de atención: cuidado con la potencial salmonella.

Y es un poco más ordinaria, levemente metálica e impersonal cuando es de factura industrial, pero suele acompañar bien algunos platos como carnes frías o sándwiches.

El problema, más allá del colesterol, es cuando se emplea para cualquier tipo de preparaciones.

Por ejemplo, cuando se acompañan frituras pesadas, como rabas, papas fritas, croquetas rellenas de papa o salsa bechamel.

Años atrás, la guionista Carolina Aguirre afirmaba que “casi todos platos tradicionales que hace la gente para Navidad llevan un sachet de ese pus resbaloso con gusto artificial. Es pesada, grasienta y vulgar pero la gente la usa para unir, para decorar o para bañar todos sus platos como si fuese una plasticola comestible que transforma una bandeja de sobras en un manjar”.

Efectivamente, así como hay amantes de la mayonesa, están los que la consumen ocasionalmente, o los que directamente la odian.

Algunos de los argumentos que esgrimen es que la mayonesa, más que complementar, es capaz de destruir a un buen sándwich.

Lo mismo con una ensalada de atún. Los haters de la mayonesa la ven como un ingrediente invasor que homogeniza sabores.

Están los que no toleran su aspecto, más aún cuando la emplean para ornamentar platos: odian las líneas decorativas, y también los que detestan la textura, el color, y hasta el envase.

Para mucha gente, exprimir un pomo grande de mayonesa representa una odisea, y un potencial enchastre.

¿Hay que evangelizar a los mayofóbicos? En el posteo de un blog estadounidense llamado Appétit, un detractor de la mayonesa pidió: “No me obligues a dejar de odiarla, de la misma forma que yo no torturo a nadie con mi amor por Jamiroquai”.

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