Días atrás, un usuario de Twitter llamado Morty posteó lo siguiente: “Esta nueva moda de vender como embotellada agua de la canilla es el último gran robo gastronómico”.
Servir agua filtrada embotellada permite reducir costos y, al mismo tiempo, aportar una conducta alineada con el cuidado del medio ambiente.
Son muchos los restaurantes que pasan el agua por un filtro de uso profesional, líquido que incluso puede reminaralizarse y gasificarse, y que se suele presentar en botellas de diseño.
De esta manera, al evitar el transporte desde lugares lejanos, se reduce la huella de carbono, un poderoso aliciente para optar por este sistema.
Además, se evita el consumo de plástico para las botellas de agua mineral, un material sumamente perjudicial para el medio ambiente.
Luego del tuit que criticaba con dureza esta decisión con respecto al agua que sirven algunos locales gastronómicos, obviamente hubo repercusiones de todo tipo.
–“Cuando voy a comer y quiero agua pido que me traigan de la canilla, y no te la pueden cobrar. Y si me miran con cara de ort* le pido que me traiga dos jarras en lugar de una”.
–“En Estados Unidos es de lo más normal cuando pides agua que te den agua del grifo (cañería, tubería, canilla, de la llave)”.
En respuesta a este último mensaje, otro usuario fue lapidario: “Pero no te la venden. Acá sí. Le ponen una tipografía palermitana y te cobran 3 gambas una botella. Hay que matarlos a todos”.
Finalmente, una usuaria tuvo una postura más ecuánime: “No es agua de filtro, es agua mineralizada, tiene un proceso de filtrado mucho mayor que los filtros caseros porque primero la destilan y después la mineralizan. Ese proceso lo hace una máquina más cara”.
Consultamos a algunos expertos a ver qué opinión les merece la nueva costumbre de embotellar agua filtrada en los restaurantes.
Horacio Bustos, sommelier de aguas, prefiere “las aguas minerales naturales, no las mineralizadas; me quedo con las aguas de concepción de pozo, de perforaciones, que hay un montón en la Argentina”.
Por su parte, Luciano Nanni, célebre cocinero rosarino, propietario de Poblá del Mercat, apoya la tendencia pero hace una salvedad.
“El punto crítico es cómo se manipula el agua: si es en envase de vidrio, si tiene una correcta higiene, cómo es el llenado, si las tapitas se renuevan con regularidad, si se reemplazan los envases muy usados“, explica Nanni.
Pero la cuestión ecológica es clave para el chef: “Es una gran cosa evitar el consumo de plástico. Nosotros tenemos un catering industrial y vemos que hay una movida muy grande en ese sentido”.
Jérôme Mathe, restaurador y presidente de Lucullus, asegura que “desde el punto de vista ecológico, es una gran cosa, pero desde la óptica del cliente, no necesariamente es algo bien aceptado“.
Para Mathe, la gente debería revisar esa mirada: “Hay gente que opina que les cobran como agua mineral algo que sencillamente es agua filtrada. Pero creo que la gente debe cambiar modificar sus hábitos y acompañar la tendencia”.
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