Se sabe que conseguir mesa en los restaurantes top las grandes capitales gastronómicas del mundo, como Tokio o Nueva York, es un asunto complejo.
Hay algunos que aceptan anotarse en una larga lista de espera, mientras que otros recurren a influencias, adulaciones e incluso a obsequios, con tal de hacerse de una codiciada reserva.
Buenos Aires está lejos de ese opulento circuito gourmet, pero también tiene lo suyo.
En un país con alta inflación y una crisis económica innegable, hay restaurantes donde hay listas de espera de hasta dos meses, una cifra realmente sorprendente.
Entre los que requieren un mínimo de 60 días de espera la nota menciona a Anchoíta, el restaurant del polifacético Enrique Piñeyro, ubicado en el barrio porteño de Chacarita, con capacidad para 65 comensales.
Otro que según las informaciones también requiere un bimestre de espera es Julia, con capacidad para 22 comensales, establecimiento de Villa Crespo capitaneado por Julio Báez.
Y el que completa el trío más mencionado y del que dio cuenta Clarín, es Tintorería Yafuso, barra de cocina japonesa con capacidad para 10 comensales.
Sorprendidos por el fenómeno de reservas tan anticipadas, consultamos con algunos expertos acerca de esta tendencia. El resultado desmitificó un tanto este furor.
“Con esto de las reservas hay algo de marketing de jardín de infantes, sumado a que los millennials no quieren trabajar”, afirma Gonzalo Aramburu, titular de Aramburu y Aramburu Bis.
Por su parte, Dante Liporace, afamado cocinero y empresario gastronómico fue más filoso y dijo: “Lo de Anchoíta no es cierto. Desde hace un tiempo hay cierto sector del periodismo que quiere levantar a dos restaurantes, que son Julia y Anchoita”.
Y agregó: “Ciertamente, hay restaurantes donde hay espera, como Don Julio, o Roldán (que está fuera del circuito de amigos de la prensa); mismo en el Trade Sky Bar, pero conseguís lugar de una semana a la otra“.
Más allá de las diversas opiniones, es real que la gastronomía porteña tuvo un rebote, luego de la pandemia, que es de esperar que se mantenga con la creciente afluencia del turismo extranjero, portador de moneda fuerte.
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