Si pensabas que en materia de arte absurdo habías visto todo, chequeá esta nota. Recientemente, un “artista” arrojó una rodaja de pepinillo al techo de una galería de arte y la vende por la suma de 6.275 dólares… Esta provocación hace que Marcel Duchamp parezca un principiante.
Se trata de Matthew Griffin, un neozelandés que creó una instalación dentro de la galería Michael Lett de Auckland, Nueva Zelanda.
La obra de Griffin estuvo en exhibición durante todo el mes de julio, lo que significa que el pepinillo permaneció pegado al techo usando restos de kétchup y jugos de hamburguesa como adhesivo.
Pickle, tal como se llama la obra, tenía una placa que enumeraba los materiales utilizados para su creación.
Si bien sólo se exhibe el pepinillo, la placa incluía todos los componentes de una hamburguesa con queso de McDonald’s (pan, carne, queso, kétchup, etc.), así como los ingredientes empleados para hacer cada componente (harina de trigo, aceite de canola, aglutinante, aromatizantes y emulsionantes).
Además, quien haya comprado la instalación tendrá que pagar 4.44 dólares neozelandeses adicionales por una hamburguesa con queso de McDonald’s.
Es cierto que hubo artistas como El Greco, Picasso o Rodin, sólo por mencionar algunos, que en su momento realizaron “saltos cuánticos” en sus respectivos rubros.
Pero el problema radica cuando se realiza un abuso de la transgresión, y esas pretensiones de originalidad terminan siendo algo ordinario y banal, como en el caso del pepinillo.
Incluso vale decir que, si Griffin pensó que era un vanguardista, el argentino Macoco de Álzaga, que arrojaba manteca al techo sobre los frescos de Maxim’s, le ganó de mano.
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