Muchos podrán pensar que la milanesa napolitana tiene un origen italiano. Que la creó algún cocinero de Napolés y por eso lleva su nombre.
Sin embargo, no es así. El mito que recorre la gastronomía porteña indica que la idea de agregarle queso y tomate a la milanesa es un invento argentino.
Corría la década del 50 y el Luna Park se colmaba todos los fines de semana en veladas de boxeo que duraban hasta la madrugada. En las inmediaciones, florecían los restaurantes para atender a toda esa multitud.
Había un local que se llamaba El Nápoli. Allí, un cliente llegaba siempre sobre el cierre, quizás tras presenciar las peleas en el Luna. Este hombre siempre pedía una milanesa.
Una noche, se produjo un descuido y se quemó la milanesa. Era la última que quedaba en stock. Entonces, el cocinero para salir del apuro el dueño la camufló con tomate, jamón, queso y orégano.
Se la presentó al cliente y argumentó que era una nueva creación del restaurante: “Milanesa a la Nápoli”. El plato gustó y el boca a boca hizo que muchos fueran a pedirlo. Con el tiempo, el mismo público la empezó a llamar milanesa napolitana.
El dueño del local lo incorporó a la carta, sin saber en ese momento que estaba creando un plato pilar de la cocina porteña.
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