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La golosina que nació de casualidad, tuvo su época de gloria y fue resucitada por un kiosquero porteño

La Vauquita está en el corazón de todos los argentinos. Su historia de idas y vueltas.

El dulce de leche forma parte del ADN de los argentinos. Y existe una golosina que concentra al máximo ese sabor. Se trata de la Vauquita, que lleva varias décadas entre los productos más buscados de los kioscos.

Su historia empezó en el oeste de la provincia de Buenos Aires. Fue la láctea La Martona la encargada de inspirar su nombre, el verdadero origen de la golosina ocurrió en Trenque Lauquen en la década del 30.

Santos Atilio Vidal Ruiz había creado la chocolatería Cauca en 1928 en esa localidad bonaerense y, además de bombones, fabricaba dulce de leche. Uno de sus clientes era justamente La Martona, fundada por Vicente Casares en Cañuelas.

El dulce de leche lo transportaban en grandes cajones metálicos y al regresar a su dueño, Vidal Ruiz notó que en el fondo de los envases quedaba un remanente híper concentrado.

Entonces, el emprendedor pensó aprovechar este sobrante azucarado e ideó una tableta a la cual bautizó como El Vasquito. Se vendía en un envase metalizado y comenzó a tener cierta popularidad, sin embargo surgió una competencia inesperada.

Según Raúl Vidal, nieto del fundador de Cauca, en una nota que le brindó a Clarín, La Martona observó este bocadito y creó su propia versión.

No tenía nombre, la comercializaban en una caja de cartón y tenía impresa la imagen de una vaca. Esto último llevó a que la gente la conociera comoLa Vaquita”.

Pasó el tiempo y ambas tabletas desaparecieron del mercado. La fábrica de La Martona cerró en 1978, mientras que Cauca decidió concentrarse en otros rubros.

Pero en los 70 Vidal Ruiz quiso traer de regreso la marca, aunque con un cambio. Ya que no podía utilizar la etiqueta original de su compañía, entonces adaptó el nombre popular y la llamó Vauquita.

Llegaron a producir más de 50.000 tabletas por día, no obstante la empresa familiar volvió a priorizar su negocio chocolatero y la vendió en los 90.

La compradora fue la cadena de heladerías Massera. Esta firma había encarado una expansión con la compra de otras empresas de su segmento. Su estrategia no duró mucho tiempo porque fue una de las víctimas de la crisis de 2001.

Vauquita quedó boyando en el aire hasta que en 2003 la compró Rubén López. Él había iniciado su camino con un kiosco en el barrio porteño de Villa Urquiza, al cual reconvirtió como una de las mayores distribuidoras de golosinas del país, La Dolce.

La famosa tableta de dulce de leche fue su primer gran proyecto de producción. Luego, en 2018, adquirió las marcas D.R.F., Billinken y La Yapa.

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