Tienen un nombre y forma extraña, y llegan directamente de la tierra en la que nació el conde Drácula, en Transilvania, actual territorio de Rumania.
Se trata del kürtöskalács, que en castellano se podría traducir como pastel de chimenea.
Se trata de cañoncitos de masa que se convirtieron en un clásico de la comida callejera en Hungría. La leyenda cuenta que se inventaron en 1241 durante la invasión de los mongoles a tierras húngaras.
La historia cuenta que sitiados y con hambre, las mujeres mezclaron los restos de harina con cenizas y agua y prepararon así estos kürtöskalács que evitaron que el pueblo muriera de hambre. En honor a esa memoria se los considera un símbolo de prosperidad.
ABuenos Aires los trajo Élida Roo quien los descubrió en Praga, aprendió la receta en Eslovenia y decidió que era una buena opción para la ciudad. Y así creó la marca Erdely’s.
La mujer abrió un local en Mercat de Villa Crespo. El secreto de la preparación es que se envuelven unas cintas finas de masa alrededor de un palote, se cocinan luego a fuego fuerte, se untan en el interior con un relleno (Nutella, curd de naranja, mousse de chocolate, berry o dulce de leche) y luego se cubren con un topping de canela, coco, cacao, sprinkles o nueces Pecan.
Si bien los kürtös son generalmente dulces, también hay versiones saladas. En Erdely’s se consiguen los Olives y Gouda, los Bacon & Cheddar y los Mozzarella & Pepperoni, untados con queso crema con ciboulette o verdeo y pincelados con aceite de oliva, ajo o albahaca.
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