El higo es una fruta que intrigó a muchas culturas a lo largo de la historia por sus características únicas y su particular estructura biológica. Sin embargo, lo que muchos no saben es que lo que comúnmente se llama fruto del higo es en realidad una flor invertida.
El higo pertenece al género Ficus y es conocido científicamente como Ficus carica. A diferencia de la mayoría de las frutas, el higo no se desarrolla a partir de una sola flor, sino de una inflorescencia, es decir, un conjunto de muchas flores pequeñas agrupadas. Estas flores están contenidas dentro de una estructura llamada siconio.
El siconio es la parte carnosa del higo que consumimos, y es en realidad un receptáculo cerrado que contiene numerosas flores en su interior. Las pequeñas flores del higo se desarrollan en la pared interna de esta estructura. Debido a esta configuración, el siconio se considera una flor invertida porque las flores crecen hacia adentro en lugar de hacia afuera.
La polinización de los higos es igualmente peculiar y se realiza principalmente por avispas de los higos (familia Agaonidae). Estas avispas hembras entran en el siconio a través de un pequeño orificio para depositar sus huevos. Al hacerlo, llevan consigo el polen de otros higos, lo que permite la polinización de las flores internas.
Una vez polinizadas, las flores del higo se desarrollan en pequeños frutos llamados aquenios, que son las pequeñas semillas crujientes que encontramos dentro del higo maduro. La pulpa dulce que rodea a los aquenios es lo que convierte al higo en una fruta deliciosa y nutritiva.
El higo ha sido valorado desde la antigüedad no sólo por su sabor y versatilidad culinaria, sino también por sus beneficios nutricionales. Es una buena fuente de fibra dietética, vitaminas y minerales como el calcio, el potasio y el hierro.
Además, el higo ha tenido significados simbólicos en diversas culturas. En la antigua Grecia, era asociado con la fertilidad y el amor, mientras que en algunas tradiciones orientales, simboliza la unidad y la abundancia.
Las principales zonas productoras de esta flor invertida en Argentina se encuentran en el Noroeste, en la región de Cuyo y en la provincia de Buenos Aires.
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