Cada 9 de febrero se celebra el Día Mundial de la Pizza, una fecha que rinde homenaje a uno de los platos más icónicos y versátiles del mundo.
Más allá del queso fundido y los ingredientes frescos, la clave de toda pizza reside en su base: la harina.
En la actualidad, existen diversas opciones que no sólo influyen en la textura y el sabor de la masa, sino también en su valor nutricional y su impacto en la salud.
Las harinas tradicionales, como la de trigo refinado, siguen siendo las más utilizadas por su elasticidad y capacidad de generar una masa aireada.
Sin embargo, la harina integral se impone como una alternativa más nutritiva, ya que conserva el salvado y el germen del grano, aportando mayor cantidad de fibra y minerales. Su uso permite una absorción más lenta de los hidratos de carbono, lo que ayuda a mantener estables los niveles de glucosa en sangre.
“Desde la masa de coliflor, reducida en carbohidratos, hasta las opciones integrales repletas de fibra, se puede obtener una explosión de sabores y texturas. Además, si incorporamos ingredientes como queso bajo en grasa, harinas integrales, semillas, frutos secos, y vegetales frescos, nos proporciona beneficios a nuestra salud”, explica la licenciada Patricia Mariela Chávez, nutricionista de DIM Centros de Salud.
Para quienes deben evitar el gluten, existen opciones como la harina de arroz, de maíz o de garbanzo, que ofrecen una alternativa apta para celíacos.
Sin embargo, al no contener la elasticidad natural del gluten, es recomendable combinarlas con otros ingredientes que ayuden a dar estructura a la masa. En esta línea, la harina de avena también es una opción interesante, ya que posee un índice glucémico bajo y es rica en fibra y minerales.
Entre las opciones innovadoras, la harina de almendras y la de coco han ganado popularidad, especialmente en dietas bajas en carbohidratos como la cetogénica. Ambas aportan un perfil de sabor único y son ricas en grasas saludables.
También destaca la harina de cáñamo, que se elabora a partir de semillas de cáñamo y es altamente proteica, con un característico color verdoso. La harina de soja, por su parte, es una gran alternativa para dietas vegetarianas, gracias a su elevado contenido proteico.
En el terreno de la creatividad, la harina con carbón vegetal activo ofrece una presentación sorprendente: una masa negra intensa que no altera el sabor, pero sí el impacto visual. Por otro lado, la harina de legumbres, como la de lentejas o porotos, cobró relevancia en la gastronomía saludable, ya que es rica en proteínas, minerales y antioxidantes, además de ser naturalmente libre de gluten.
En el contexto de la sostenibilidad, también emergen harinas alternativas como la de sorgo o la de teff, que promueven una producción agrícola más responsable y con menor impacto ambiental. Asimismo, las harinas orgánicas aseguran la ausencia de pesticidas y conservantes, favoreciendo una alimentación más natural.
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