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El chocolate tiene casa propia en pleno Centro porteño: historia y secretos de Bombonella, el local que le rinde culto al cacao

Todo empezó en 1941 de la mano de un inmigrante griego. Chocolate en rama elaborado a la vista, a metros del Obelisco.

Sobre la avenida Corrientes, entre teatros, pizzerías, librerías y todo tipo de comercio, hay un espacio donde el chocolate se convierte en arte. En Bombonella, la histórica bombonería porteña, el cacao se trabaja con devoción artesanal: el chocolate en rama, finísimo y fragante, se templa y enrolla a la vista, frente a una vidriera que invita a frenar el paso y mirar con antojo.

Pero no es lo único que atrae. En sus mostradores conviven bombones clásicos, figuras huecas, tabletas de distintos porcentajes y especialidades pensadas para fechas clave. Cada producto mantiene una línea clara: la calidad del chocolate es la prioridad.

Para conocer la historia de Bombonella, visitamos el local. Andrea Abbruzzese, propietaria, nos explicó sin rodeos el enfoque con el que trabajan el chocolate: “Usamos chocolate puro, sin grasas hidrogenadas. Lo importamos de África y lo trabajamos como siempre: sin atajos”.

El local abrió sus puertas en 1941 con el nombre de Niza, fundado por Panagiotis Yannoulas, suegro de Andrea, un inmigrante griego que rápidamente se ganó el apodo de el Griego.

Tras su fallecimiento, sus hijos Juan y Mario lo rebautizaron Bombonella, como homenaje a la tradición familiar y al amor por el oficio. Hoy, el espíritu original sigue presente en cada pieza que se exhibe con orgullo detrás del vidrio, en un rincón de Corrientes donde el tiempo parece haberse detenido para siempre.

A lo largo de los años, Bombonella se convirtió en un clásico porteño. Hay quienes entran por primera vez atraídos por la estética retro del local, con sus mostradores de madera y vitrinas repletas, y salen con una caja de bombones rellenos de mousse o licor. Otros llegan directo por el chocolate en rama, que se ofrece en generosos trozos para comer al paso o para regalar.

A pesar de los cambios en la ciudad, la esencia de Bombonella no se negocia. Cada pieza sigue siendo moldeada con paciencia, como en los inicios. La familia mantiene viva una fórmula que mezcla técnica, buenos insumos y un profundo respeto por el oficio chocolatero.

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