La historia de Rosario también se puede contar taza a taza. Desde principios del siglo XX, la ciudad fue moldeando un fuerte vínculo con el café, que no sólo se refleja en sus bares de esquina, sus tertulias de sobremesa o su vibrante escena actual de café de especialidad.
El ritual de tomar café en esta ciudad santafesina es mucho más que una pausa: es parte de su identidad cultural. La ciudad supo desarrollar un paisaje urbano atravesado por cafeterías, con una densidad que sorprende incluso a sus visitantes.
Es común encontrar un bar por cuadra en el centro, donde se entrelazan el aroma a café recién hecho con edificios históricos, columnas centenarias y vitrales que conservan el espíritu de otra época. En esos espacios, el café es excusa para el encuentro, el debate político, la lectura o simplemente la contemplación del ritmo rosarino.
La cafetería es parte de la ciudad de Rosario hace más de 100 años, con diferentes empresas dedicadas al tostado de café que se fueron destacando con el paso de los años. La Virginia, Café Guatemala y La Fazenda son ejemplos de marcas que se iniciaron como un negocio familiar y crecieron incluso a nivel internacional.
En 1915, La Virginia fue pionera del rubro, y ya en 1941 otro emprendimiento familiar se empezó a consolidar, la tostadora Café Guatemala. Mientras que ya cerca del siglo XXI, otro nombre clásico se suma a esta cronología: La Fazenda.
Este local funciona desde 1996 en el emblemático edificio de Santa Fe y Presidente Roca, en el ex Hotel Rex. Allí se puede conseguir café de distintos destinos, como Tanzania, Indonesia y Costa Rica, además de Brasil, el proveedor principal. Cada persona puede pedir su propio blend y se especializan en café espresso.
Con el tiempo, la ciudad sumó una nueva capa a su vínculo con el café: la cultura de especialidad. La tercera ola cafetera encontró terreno fértil en Rosario, donde brotaron pequeños locales de autor en todos los barrios.
Cafés que no sólo ofrecen una bebida bien hecha, sino que cuentan con baristas apasionados, granos seleccionados por origen, métodos diversos de extracción y una carta que celebra la trazabilidad y la calidad.
Desde un flat white servido con arte latte hasta un café filtrado con Chemex o una intensa preparación con Aeropress, Rosario se volvió una ciudad curiosa, que experimenta y aprende sobre el grano, el tueste, el cuerpo y la acidez.
Incluso en verano, el café frío gana lugar entre quienes no resignan su ritual, ni siquiera bajo el sol del Paraná.
Podés probar algunas de estas opciones o sumergirte en este mapa de cafeterías que desarrolló el municipio.
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