Cada 1 de octubre se celebra el Día Mundial del Vegetariano, una fecha para repensar nuestra manera de comer y descubrir cómo los vegetales pueden ser protagonistas más allá de las ensaladas clásicas.
En Buenos Aires, son cada vez más los restaurantes que, aunque no sean vegetarianos, despliegan en sus cartas propuestas creativas que conquistan a todo tipo de comensales.
En Hierro, que se hizo célebre por sus carnes maduradas al vacío, los vegetales adquieren una fuerza inesperada al contacto con las brasas de quebracho colorado.
Acá conviven entradas como el milhojas de papa con queso próvola, cebolla asada y reducción de aceto, la chuleta de berenjena con mascarpone alimonado o la provoleta con ananá grillada, miel y pistachos, con platos principales como los agnolottis caseros de queso azul con puerro caramelizado y nueces.
Muy cerca, la cocina nikkei de Neko abre espacio a un apartado veggie que no resigna sabor ni creatividad: rolls de tofu rebozado con palta, nigiris envueltos en papel de arroz frito y tablas curadas especialmente para vegetarianos y veganos marcan la pauta de un menú 100 % libre de gluten que fusiona Japón con influencias del sudeste asiático.
El concepto de bar escondido se vive en Mixtape, sobre Haiku en Belgrano, donde la propuesta vegetariana se vuelve un juego de sabores. Los baos de gírgolas con sriracha y mayo thai, los buñuelos de akusai con sweet chilli (foto) o los wantanes rellenos de kimchi encuentran en los cócteles de autor un maridaje perfecto.
Frente al río, Costa7070 -creación de Pedro Bargero e Inés De Los Santos– confirma que la cocina de autor también puede ser interesante de forma veggie. Desde un tostón de centeno con tartar de remolacha y crema de castañas de cajú, hasta una paella de hongos elaborada con arroz del litoral y vegetales de estación (foto), la propuesta reivindica al producto como protagonista absoluto.
La influencia japonesa también dice presente en Mitingu, el primer bar de onigiris del país, donde los rellenos de hongos, kombucha y kimchi artesanal o el de miso con berenjena demuestran que la simpleza del street food asiático puede ser deliciosa y vegetal. También brillan los sandos, como el clásico tamago en pan shokupan de elaboración propia.
Más al sur, en Monserrat, Liliana Helueni lleva años defendiendo la cocina árabe sefaradí con un menú casero y generoso. Sus boios de verdura, muarrak de vegetales, falafel en pan pita con hummus y tabulé, o la bame fresca servida con salsa de tomate son un puente directo a sabores de tradición familiar.
Y si de street food hablamos, Saigón Noodle Bar ya es un clásico porteño del sudeste asiático. En cualquiera de sus tres sucursales se puede probar desde nems vegetarianos envueltos en papel de arroz hasta noodles salteados con tofu marinado, además de ensaladas frescas y un bo luc lac en versión veggie (foto) que demuestra que la tradición vietnamita también se disfruta sin carne.
La diversidad de estas propuestas confirma que, aún en restaurantes donde la carne o el pescado son protagonistas, la cocina vegetariana ya ocupa un lugar central.
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