Después de doce años, la heladería tandilense Figlio se renovó por completo y abrió las puertas de un espacio que es mucho más que la típica heladería de barrio.
El nuevo local se presenta como un homenaje a la herencia italiana y un tributo a Tandil. La propuesta combina cultura, arte y arquitectura italiana con la identidad tandilense. Mármol tallado a mano, piedra local y auténticos pisos italianos dan forma a un salón majestuoso en el que cada detalle hace una diferencia.
Columnas torsadas que evocan copos de helado, casetonados decorados con flores de cacao y bombones en relieve, y estatuas inspiradas en el Renacimiento conviven con jarrones de gran tamaño que exhiben frutos secos y granos de café como símbolo del valor de las materias primas. Figlio es, en ese sentido, un lugar donde la propuesta es disfrutar la gastronomía como si fuera arte.
El local sorprende con una propuesta completa: además de sus cremas heladas, ofrece macarons, tortas, paletas y chocolates que acompañan la experiencia y refuerzan su carácter de punto de encuentro en la ciudad. Cada producto está pensado para reflejar la búsqueda de calidad y sofisticación que define a la marca.
En cuanto a la carta de cremas heladas en sí, la misma incluye clásicos que se convirtieron en verdaderos favoritos: Ferrero Rocher, chocolate con almendras, marquise de chocolate, dulce de leche Figlio -con frutillas y merengue- y Bailey’s, entre muchos otros que destacan por su textura cremosa y su intensidad de sabor.
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