Dulce, salado y perfectamente enrollado: el tamagoyaki es uno de los grandes íconos del desayuno japonés y una muestra de cómo la simpleza puede transformarse en arte.
Su nombre significa literalmente “huevo asado” (tamago, huevo; yaki, cocido o grillado), y aunque a simple vista parezca un omelette común, su técnica y su sabor lo distinguen.
A diferencia del omelette occidental, el tamagoyaki se prepara batiendo los huevos con azúcar, salsa de soja y mirin (un vino de arroz dulce), lo que le da un perfil agridulce muy característico.
La mezcla se cocina en capas finas dentro de una sartén rectangular llamada makiyakinabe, diseñada especialmente para lograr ese formato prolijo y rectangular que después se enrolla con precisión.
Una vez listo, esta especie de roll se corta en piezas y se sirve caliente o frío. En Japón, suele acompañar el desayuno, integrarse en las viandas (bento) o coronar piezas de sushi, donde su textura esponjosa y su sabor suave contrastan con el arroz avinagrado.
Hoy, el tamagoyaki también aparece en cafés, restaurantes y bares de cocina fusión, donde se reinterpreta con ingredientes como alga nori o incluso queso. Es un ejemplo perfecto de cómo la técnica japonesa logra llevar los ingredientes más cotidianos -en este caso, el huevo- a una categoría de elegancia y pura precisión.
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