En los últimos años, la levadura nutricional se volvió un ingrediente estrella entre quienes buscan sumar sabor y nutrientes a sus comidas sin recurrir a productos de origen animal.
Aunque su nombre puede confundir, no es la misma levadura que se usa para hacer pan o cerveza: no fermenta ni crece, sino que aporta un toque umami, entre salado y ligeramente a fruto seco, que realza casi cualquier plato.
A diferencia de la levadura tradicional, la nutricional está inactiva. Se obtiene a partir de cultivos de Saccharomyces cerevisiae que, tras ser deshidratados, se transforman en escamas o polvo de color amarillento.
Es naturalmente rica en proteínas, vitaminas del complejo B (en muchos casos fortificada con B12) y minerales como zinc o magnesio, lo que la vuelve muy valorada en dietas vegetarianas y veganas.
Su versatilidad también explica su fama: se puede espolvorear sobre pastas, ensaladas, sopas o pochoclos, mezclar en purés o salsas, o usar como sustituto del queso rallado por su sabor intenso y su textura ligera. Incluso se incorpora en preparaciones calientes, siempre al final de la cocción para no perder sus propiedades.
Además de su perfil nutricional, la levadura nutricional aporta profundidad de sabor y cremosidad natural, lo que la convierte en un recurso ideal para cocinar sin lácteos, potenciar platos vegetales o dar un toque gourmet a recetas simples.
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