En Japón, el desayuno va mucho más allá de ser una simple comida: es una ceremonia cotidiana que encarna el equilibrio, la calma y el respeto por los alimentos.
A diferencia de los desayunos occidentales -centrados en lo dulce o en lo rápido-, el asagohan (朝ごはん), literalmente “comida de la mañana”, es una experiencia completa, nutritiva y visualmente armoniosa.
Cada elemento cumple un rol específico dentro de esa composición que busca el balance entre sabores, temperaturas, colores y texturas. El pescado, por ejemplo, suele estar apenas grillado, mientras que el arroz blanco (gohan) aporta neutralidad y sustento.
La sopa de miso (misoshiru) ofrece calor y profundidad, y la tortilla de huevo (tamagoyaki) suma suavidad y dulzor. No faltan las conservas (tsukemono), que aportan acidez y contraste, ni el té verde (ocha), que limpia el paladar y cierra el círculo.
Más allá de la combinación en sí, el asagohan refleja una filosofía: empezar el día con gratitud (kansha), honrando cada alimento y su preparación. Es una práctica que invita a comer despacio, a saborear lo simple y, sobre todas las cosas, a conectar con la energía del inicio del día.
Quienes quieran vivir esa experiencia en Buenos Aires pueden hacerlo en Orei Ramen Bar, en Echeverría 1677, donde los fines de semana, de 10 a 12:30, sirven un desayuno japonés tradicional presentado en set.
El mismo incluye pesca fresca, arroz blanco, sopa de miso, tortilla de huevo, conservas y té verde con refill. Una experiencia distinta para quienes disfrutan arrancar el día con un viaje corto al otro lado del mundo.
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