Retiro es uno de los barrios más antiguos y emblemáticos de Buenos Aires. Su historia está marcada por los orígenes mismos de la ciudad y por su constante transformación: de paraje solitario a zona de quintas, de epicentro ferroviario a polo de elegancia urbana.
Sobre el origen de su nombre existen varias versiones. Una de ellas se remonta a la primera fundación de Buenos Aires, en 1536, cuando un colono llamado Sebastián Gómez habría levantado una ermita en penitencia por un crimen, donde colocó una cruz que permaneció en pie durante décadas.
Otra versión sostiene que esa cruz fue puesta por la expedición de Juan de Garay para marcar el límite del ejido de la nueva ciudad, en el sitio conocido luego como la Ermita de San Sebastián, donde se realizaban retiros espirituales. Y la más documentada señala que el gobernador Agustín de Robles, hacia 1692, construyó allí su quinta de descanso, bautizada El Retiro, nombre que terminaría dando identidad a todo el paraje.
Con el tiempo, el barrio se transformó: primero llegaron los palacios afrancesados y las embajadas, después el ferrocarril, la terminal de ómnibus y los grandes hoteles que marcaron su ritmo moderno.
En la actualidad, Retiro sigue siendo un punto de encuentro entre historia y movimiento, con calles donde conviven edificios patrimoniales, oficinas, cafés centenarios, bares premiados y restaurantes que resumen el pulso actual de la ciudad.
Te proponemos una nueva recorrida para volver a visitar los lugares clásicos, acercarte a las nuevas propuestas y disfrutar de un zona rica en opciones gastronómicas de buen nivel.
Desde la calle parece una bodega con disquería que también vende flores de estación. Pero al bajar por la puerta de frigorífico y descender las escaleras, el escenario cambia por completo: en el sótano espera un bar inspirado en los primeros años del siglo XX, cuando el puerto de Buenos Aires recibía barcos y acentos de todo el mundo.
La carta, creada por su fundador Renato Tato Giovannoni, se organiza por países según el destilado base de cada cóctel y se puede acompañar con tapas, carnes a la parrilla o pescados. Desde 2016, forma parte del ránking de The World’s 50 Best Bars.
Arroyo 872.
#. BASA.
En pleno Bajo Retiro, BASA de Patricia Scheuer y Luis Morandi une el pulso de un bar con el alma de un restaurante. Entre desniveles y luces cálidas, la barra -una de las más reconocidas de la ciudad- marca el ritmo de la noche con cócteles firmados por Ludovico de Biaggi, elaborados con licores y almíbares caseros. En la cocina, los platos equilibran simpleza y sabor: pastas caseras, carnes, pescados frescos y opciones para picar y compartir.
Basavilbaso 1328.
#. Maru Botana.
A pasos de Plaza San Martín, Maru Botana recupera la calidez de sus clásicos en un espacio luminoso y lleno de detalles dulces. El aroma a budines recién horneados y tortas caseras guía la experiencia: hay lemon pie, rogel, brownies húmedos y croissants que salen del horno todo el día. También opciones saladas, como tartas y sándwiches con pan artesanal, ideales para un almuerzo liviano o una merienda larga. Un refugio amable en el corazón del barrio, con la impronta casera que distingue a Maru.
Suipacha 1371.
En plena calle Arroyo, entre fachadas parisinas, The Shelter Coffee combina la elegancia porteña con un aire británico. Su local original es pequeño pero encantador, con mesas sobre una vereda tranquila y un interior oscuro que recuerda a un pub inglés. Ofrecen café de especialidad, filtrados y opciones de desayuno o brunch como croissants, tostadas con palta y yogur con granola.
Arroyo 940.
#. Los Jardines de las Barquin.
Detrás de una fachada colonial escondida sobre la calle Suipacha, se asoma uno de los rincones más bellos del barrio: un jardín andaluz en pleno centro porteño. Entre naranjos, olivos y jazmines, funciona este restaurante y café ubicado dentro del Palacio Noel, sede del Museo Fernández Blanco.
La propuesta lleva la firma de Germán Sitz, Pedro Peña y Alejandro Feraud, que montaron su cocina sobre el viejo invernadero del lugar para integrarse al entorno sin alterar su magia. En la carta, el foco está puesto en los cereales: hay empanadas de centeno con hongos, risotto verde de cebada y milanesa de cerdo, además de desayunos y meriendas con la bollería artesanal de Alo’s.
Suipacha 1424.
#. Cora Café.
En la planta baja del emblemático edificio Kavanagh, Cora Café rinde homenaje a la elegancia porteña de otra época. Su interior, revestido en travertino y con una estética que dialoga con el hall del edificio, invita a quedarse mientras afuera el Microcentro sigue su ritmo frenético.
Se sirve café de especialidad de Puerto Blest y hay mesas para leer, trabajar o simplemente mirar la luz que entra entre los ventanales. Un rincón que rescata la historia de Cora Kavanagh, con libros sobre su vida disponibles para curiosear.
Florida 1045.
#. El Cuartito.
Desde 1934, una institución porteña donde la pizza se vive con devoción. En su salón de paredes tapizadas con afiches y banderines, mozos de oficio sirven porciones generosas que mantienen intacta la receta original. La fugazzeta, dorada y con una capa de queso fundido que desborda, es el emblema del lugar. Se puede comer al paso en la barra o sentarse a disfrutar entre vecinos, oficinistas y habitués de toda la vida.
Talcahuano 937.
#. Clorindo.
Oculto detrás de la Biblioteca Ricardo Güiraldes, Clorindo es un secreto a cielo abierto que combina arquitectura, historia y buen café. Inspirado en la obra del arquitecto Clorindo Testa, su diseño juega con el hormigón, los tonos pastel y las formas geométricas que evocan el brutalismo porteño.
En el patio, rodeado de árboles y gradas, el ambiente es amigable para leer, trabajar o compartir un brunch. La carta ofrece café de especialidad y platos frescos con productos locales, servidos en una vajilla especialmente diseñada para el lugar.
Talcahuano 1261.
#. ADA.
En la esquina de Libertad y Arenales, Ada combina el pulso porteño con una cocina fresca y sin vueltas. El espacio -luminoso, amplio y con una mesa comunitaria al centro- tiene aroma a pan recién horneado y café de especialidad.
La chef Constanza Cerezo Pawlak arma platos que parten de buenos productos y terminan en sabores directos: milanesa de lomo con fideos o pesca del día con crema de cajú. De día, el clima invita a quedarse entre rolls de chocolate y café de Puerto Blest; de noche, baja la luz, llegan los vinos de bodegas pequeñas y la carta se vuelve más intensa.
Libertad 1198.
#. Elena.
Dentro del Four Seasons, Elena encarna la elegancia porteña con una propuesta que equilibra tradición y sofisticación. Su cocina abierta y luminosa deja ver el trabajo de un equipo que domina el arte de las carnes maduradas y los embutidos artesanales.
Con el sello de Juan Gaffuri y Nicolás Díaz Rosáenz, el restaurante tiene técnica, producto y servicio impecable en un ambiente cálido y refinado. Un clásico moderno que sigue marcando el pulso gastronómico de Buenos Aires.
Posadas 1086/88.
#. Nuestro Secreto.
Entre jardines y paredes de vidrio, Nuestro Secreto ofrece una experiencia de parrilla porteña con el sello del Four Seasons. Su estructura transparente, que recuerda a un invernadero, deja ver el fuego, el humo y el ritmo de una cocina que celebra la carne argentina en todas sus formas. Hay asador criollo, horno de barro y un servicio impecable que convierte cada comida en un ritual.
Cerrito 1455.
#. Amayta.
En la esquina luminosa de Juncal y Quintana, Amayta recupera la elegancia de las confiterías de antes en un edificio histórico de 1906. Su interior, restaurado con mármoles, arañas francesas y escaleras de roble, acompaña una propuesta de alta pastelería donde todo se elabora de manera artesanal. En las vitrinas brillan las mini gateaux de autor -como el domo de peras-, macarons, scones y laminados perfectos, además de opciones saladas para almorzar o merendar.
Juncal 1207.
#. Tanta.
Tanta lleva la impronta del chef peruano Gastón Acurio a un formato más relajado, pero siempre sabroso. El espacio es amplio, luminoso y lleno de vida, con plantas, barras y música latina que acompaña el ritmo del servicio. La carta celebra la cocina limeña con cebiches, causas, arroces y platos criollos servidos en porciones generosas, ideales para compartir. También hay una barra con sándwiches, montaditos y postres que invitan a volver solo por el dulce final.
Esmeralda 938.
Saigón Noodle Bar trae el espíritu de la comida callejera vietnamita a Buenos Aires. El local combina mesas comunales, cocina a la vista y aromas que salen de los woks constantemente. En el menú hay pho, baos, currys y platos de fideos con verduras y proteínas salteadas, todos frescos y llenos de sabor. Un rincón informal y moderno para comer bien y rápido, una propuesta distinta en el centro.
Marcelo T. de Alvear 818.
#. Presidente Bar.
En un edificio de época, este lugar es sinónimo de noche porteña con glamour. Su barra iluminada, los techos altos y la energía de su salón lo convirtieron en uno de los grandes referentes de la coctelería local.
Detrás del proyecto está Seba García, uno de los bartenders más reconocidos del país, que trabaja con precisión y espectáculo en cada trago al igual que su equipo. La carta rinde homenaje a los clásicos argentinos con guiños modernos, y la experiencia se completa en su bar oculto, reservado para quienes buscan un clima más íntimo.
Av. Pres. Manuel Quintana 188.
#. Chocho Sushi.
En una discreta esquina del barrio, Chocho Sushi propone un omakase moderno en un ambiente reducido y cuidado. La barra, con solo doce asientos, permite seguir de cerca el trabajo de los chefs mientras preparan nigiris, sashimis y rolls con la pesca fresca elegida cada mañana en el Barrio Chino.
La experiencia cambia a diario, pero siempre mantiene el mismo hilo: producto impecable, técnica precisa y trato cercano. La sommelier Carla Boraccio acompaña con una selección de vinos boutique que potencia cada bocado.
Carlos Pellegrini 1179.
#. Gran Bar Danzón.
Con más de dos décadas de historia, Gran Bar Danzón sigue siendo uno de los íconos de la noche porteña. Fue pionero en combinar alta coctelería, buena música y cocina moderna en un mismo espacio, y aún conserva ese espíritu de descubrimiento que lo hizo único desde 1998. Su barra, una de las más reconocidas de la ciudad, comparte protagonismo con un restaurante de platos simples y bien logrados: pastas, carnes, mariscos y opciones para picar.
Libertad 1161.
#. Josephina’s Café.
En una esquina clásica del límite entre Retiro y Recoleta, este Bar Notable mantiene desde hace años su fama de punto de encuentro. Entre paredes de aire parisino y mesas siempre ocupadas, se mezclan vecinos, viajeros y habitués que encuentran en el lugar un refugio cálido a cualquier hora del día. Hay desayunos, tapas, platos porteños con guiños europeos y una carta de cócteles ideal para prolongar la charla. Las empanadas de osobuco, el tartar de salmón y el volcán de dulce de leche son parte de su sello.
Guido 1528.
#. Florida Garden.
Desde 1962, conserva intacto el espíritu de los años 60, con su fachada vidriada, la escalera curva y las columnas de cobre que lo convirtieron en ícono moderno de la época. Por sus mesas pasaron artistas, intelectuales y deportistas, y su título de Café Notable reafirma su peso en la historia porteña.
Su carta sigue el pulso clásico: café con medialunas, almuerzos del día, flan mixto y una torta de queso que es casi leyenda. Mozos de saco blanco, servicio impecable y una atmósfera que resiste el paso del tiempo.
Florida 899.
#. El Establo. Bien cerca de la peatonal Florida, en esta parrilla clásica dode el fuego nunca se apaga. Con la parrilla a la vista y salones revestidos en madera, el lugar mantiene desde los años 80 la misma fórmula: carne de primera, atención cercana y ritmo constante. Acá se viene por un buen bife de chorizo o una entraña jugosa, servidos por mozos de oficio que conocen a los habitués y reciben a los turistas con la misma calidez. Paraguay 489.
#. Las Palmeras. En el Barrio 31, este rincón es una embajada del sabor peruano comandada por José Zapata, que pasó de vender viandas en la calle a llenar su restaurante con aroma a ají, cilantro y limón. Su cebiche, hecho con pescado fresco y una leche de tigre intensa, se volvió una referencia en la zona. También hay clásicos como el lomo saltado, los tallarines chita y el tacacho con cecina, todos servidos con la generosidad y el color de la cocina del Perú. Carlos H. Perette 580.
La Casa Blanca de Habana, en Villa Pueyrredón, recobró el brillo perdido con pizzas de…
Tercera edición de nuestra caprichosa selección de platos emblemáticos con un verdadero clásico argentino.
Este prefermente sirve para darle sabor y textura a diversos panificados.
Todos los sabores clásicos de una gastronomía clásica para disfrutar en un día lleno de…
Hasta fin de diciembre es temporada alta de este producto. Receta de una torta sin…
El Parque Ferroviario de Colegiales tendrá más de 20 propuestas para probar todo tipo de…