En el barrio porteño de Villa Pueyrredón hay una esquina que volvió a brillar. Después de años de silencio, La Casa Blanca de Habana reabrió sus puertas a fines de 2024 bajo el mando de dos amigos del barrio, Walter García Díaz y Martín Coiro, decididos a devolverle vida al histórico local de Nazca y Habana.
Lo hicieron con un mismo objetivo: recuperar un clásico de su infancia inaugurado en los años 90 y volverlo a llenar de aroma a leña, masa madre y risas compartidas.
El nuevo proyecto conserva el espíritu familiar y barrial que marcó su historia, pero suma una impronta contemporánea basada en la calidad y la producción artesanal. El corazón del lugar es su horno de piedra 100% a leña (quebracho blanco y rojo), construido a medida por un artesano.
De allí salen pizzas de masa madre fermentada durante 48 horas, livianas, con borde desarrollado y un toque especial de alioli casero.
En la cocina, el chef Alejo Medina lidera un equipo que combina técnica, oficio y respeto por el producto. El menú abre con opciones para compartir, como lehmeyún de receta familiar o fainá con cebolla caramelizada y queso reggiano, y sigue con pizzas de 30 centímetros que fusionan lo napoletano con lo porteño.
Hay versiones clásicas como la napolitana, la fugazzeta o la cuatro quesos, y otras especiales como la de stracciatella, mortadela con pistacho, bresaola o azul. También se ofrecen alternativas veganas y sin TACC, elaboradas en horno convector.
El interior fue completamente renovado, aunque conserva guiños a la memoria colectiva del barrio: el cartel original, las cerámicas ilustradas y las pizzeras colgando del techo. Todo convive con una estética cálida y cercana para disfrutar en el salón o en las mesas de la vereda. La atención personalizada y la posibilidad de ver cómo se cocina cada pizza en tiempo real refuerzan esa idea de cercanía que tanto buscaban sus dueños.
La carta dulce es otro capítulo muy especial. La torta de ricota artesanal, hecha con la receta de la nona Elena y servida con mandarinas confitadas a la leña, se roba miradas junto al budín de pan de masa madre con dulce de leche y al helado soft de crema de avellanas con praliné.
Para acompañar, ofrecen su propio moscato joven, Momenti, que también protagoniza cócteles como el Moscatoni o el Momenti Spritz.
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