Patios ocultos y no tanto: 10 lugares para comer y beber a la búsqueda de un poco de verde y silencio en Buenos Aires

Cartas variadas en espacios que ayudan a escapar de los ruidos de la ciudad.

Buenos Aires es una ciudad de puertas discretas y sorpresas verdes: detrás de rejas históricas, casonas centenarias y fachadas que pasan desapercibidas, laten patios que se volvieron destino. Son rincones donde el ruido baja, la luz se filtra entre árboles añosos y la cocina acompaña con personalidad, ya sea con brasas, pastelería fina, platos modernos o guiños tradicionales. Espacios que combinan arquitectura, calma y buena mesa.

#. Muyè.

En una casona centenaria de Recoleta se esconde un jardín que actúa como oasis en medio de la ciudad, con mesas al aire libre que funcionan como refugio del ruido porteño. Abre de 12 a 00, lo que permite usarlo para brunch, café, almuerzo o cena.

La chef Ayelén Jaquenod firma una carta fresca y precisa, con opciones que van del avocado toast y la french toast a la moqueca de camarones y la Cobb salad.

Ayacucho 1563, Recoleta.

#. Museo Evita.

En una casa de 1923 que alguna vez fue el Hogar de Tránsito Nº 2 de la Fundación Eva Perón, el Restaurant Museo Evita despliega uno de los patios más encantadores de Palermo, con piso damero, guirnaldas y un imponente palo borracho en el centro.

El espacio une historia y gastronomía, integrado al segundo museo más visitado de la ciudad y ambientado con elementos que evocan la figura de Evita. Su carta recorre todo el día con cocina argentina contemporánea: empanadas, tortilla, buñuelos, pastas caseras, pescados y carnes.

Juan María Gutiérrez 3926, Palermo.

#. Bravo.

En el Palacio Leloir -actual Círculo Italiano- se emplaza Bravo, un restaurante que recupera la elegancia del petit hotel y la combina con uno de los jardines más imponentes de Recoleta. El espacio despliega sectores amplios y silenciosos, con un patio central dominado por un gran árbol, esculturas de mármol, fuentes francesas y pérgolas rodeadas de vegetación.

La carta despliega clásicos italianos, con pastas y risottos, carnes y pescados, y una buena variedad de para el antipasti. De postre no faltan ni sfogliatella ni cannoli.

Libertad 1264 , Recoleta.

#. Palacio Basavilbaso.

En una esquina clásica de Recoleta, el Palacio Basavilbaso sumó un café-restaurante que devuelve al edificio de 1912 todo su esplendor aristocrático. Entre pisos de parquet francés, mármol de Carrara y salones decorados con vitrales y pinturas de época, la propuesta llama a merendar rodeado de historia.

J. A. Pacheco de Melo 1900, Recoleta.

#. Casa Cavia.

En una mansión de 1927 diseñada por Alejandro Christophersen, Casa Cavia tiene patrimonio, diseño y una de las propuestas gastronómicas más sofisticadas de Buenos Aires. La exresidencia Bollini Roca-Crespo fue restaurada sin perder su elegancia original y hoy reúne bar, cafetería, florería, editorial y un jardín urbano que pareciera un refugio en plena Plaza Alemania.

La cocina, a cargo de Julieta Caruso desde 2017, despliega una carta de alto perfil técnico que integra producto noble con guiños nacionales e internacionales.

Cavia 2985, Palermo. 

#. Abreboca.

Abreboca recupera sabores autóctonos y técnicas tradicionales, pero con una mirada actual que se apoya en su propia cava de embutidos y en un patio con aires andaluces. La propuesta une charcutería artesanal, raciones frías y calientes -como boniatos a la parrilla con gremolata de almendras, leberwurst con ají vinagre o albóndigas de cordero- y principales que reversionan clásicos argentinos. El ambiente mantiene el espíritu de las pulperías, pero con un pulso moderno.

Fraga 541, Chacarita.

#. Los Jardines de las Barquín.

En el Palacio Noel, casi oculto sobre Suipacha a metros de Libertador, Los Jardines de las Barquin recuperan un tesoro neocolonial que hoy funciona como restaurante dentro del Museo Fernández Blanco. El patio andaluz, con olivos, limoneros, aljibe y una fuente revestida con cerámicas sevillanas, es un remanso donde pasado y futuro conviven. Allí, un invernadero y una carta centrada en cereales llevan la firma de Germán Sitz, Pedro Peña y Alejandro Féraud.

Suipacha 1424, Retiro.

#. Beza.

Esta casona inglesa de 1930 trae a Belgrano R un clima hogareño donde los vinos naturales se encuentran con una cocina artesanal centrada en las brasas. Belén Zanchetti, cocinera y sommelier, recuperó la casa junto a su familia y armó un espacio con jardín, patio, balcones y salones cálidos que se adaptan a tapeos, cenas o almuerzos largos.

La carta presenta raciones, pastas caseras y un fuerte protagonismo del fuego, con platos como coliflor asada, trucha con tzatziki o cortes como arañita y entraña.

Av. Olazábal 3301, Belgrano.

#. Aire Libre.

Aire Libre ocupa 900 m² en Belgrano y tiene terrazas, patios y salones rodeados de vegetación que suaviza la escala del espacio y lo convierte en un imán para el público del barrio. El jardín, dominado por un ficus enorme, es el lugar más buscado para probar la cocina simple y porteña de Julián del Pino, con raciones como empanadas al horno de barro o trucha curada a la nórdica.

También hay parrilla, rabas, distintas opciones de pasta, todo acompañado por vinos de bodegas tradicionales y pequeños productores.

Av. del Libertador 6327, Belgrano. 

#. Charqui.

Charqui, el restaurante del hotel Palo Santo, realza un estilo minimalista con un jardín frondoso y bien resguardado. Su propuesta mezcla guiños globales con sabores bien argentinos, siempre con carnes Angus certificadas. Hay entradas como croquetas de hongos de pino, champiñones, y bechamel, y platos donde el ahumado es protagonista: tapa de asado cocinada durante horas o un bife de marucha a la plancha bien jugoso.

Bonpland 2275, Palermo.


Author: Martina

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