Vinos volcánicos: qué los define y por qué generan debate
Suelos que imponen sus propias reglas y resultados únicos en botella. ¿Existen como categoría?

Los vinos volcánicos nacen en paisajes que no se parecen a ningún otro. Son botellas marcadas por suelos formados hace miles de años, donde la lava, la ceniza y la piedra pómez dieron origen a tierras de una porosidad inusual, con una gran capacidad para retener agua y liberarla lentamente.
Aunque a simple vista parezcan territorios hostiles, son escenarios ideales para una vitivinicultura que depende justamente del equilibrio entre mineralidad extrema y reservas hídricas profundas.
La estructura aireada de estos suelos también funciona como protección natural contra plagas como la filoxera, que prefiere terrenos compactos y arcillosos. No se trata de definirlos como mejores o peores, sino de entender que imprimen una personalidad muy marcada en los vinos que nacen ahí.
A veces aparecen aromas intensos y desconocidos al principio -hidrocarburos, caucho, notas sulfurosas- que se desvanecen con el aire. Lejos de ser defectos, forman parte de su carácter y de la expresión del lugar.
Más allá del estilo o la variedad, la mayoría comparte ciertos rasgos: acidez firme, una sensación salina en boca, perfiles aromáticos menos frutales y más minerales, y una capacidad de guarda muy buena.
Dónde se hacen los vinos volcánicos
En las Islas Canarias, España, esta identidad se expresa con fuerza. Tenerife tiene altitud, diversidad de orientaciones y la influencia del volcán Teide para ofrecer una paleta de matices enorme. Lanzarote, en cambio, es puro heroísmo: excavaciones en ceniza volcánica, paredes de piedra para frenar el viento y trabajo manual todo el año.
De esto surge la Malvasía Volcánica, una variedad que se vuelve más compleja de lo que sugiere el clima seco del archipiélago, con una mineralidad marcada y una acidez que sostiene el vino incluso en años cálidos.
El Etna, en Sicilia, ofrece otro paisaje volcánico icónico. Sus viñedos trepan desde los 400 hasta los 1.300 metros en un volcán activo que nunca deja de transformar el territorio. Las diferencias de altitud, suelos y exposiciones generan una diversidad notable, y allí la Nerello Mascalese reina con vinos frescos, de cuerpo medio y gran longevidad.
El mapa sigue creciendo: los suelos atlánticos de las Azores y Madeira en Portugal, la Assyrtiko de Santorini en Grecia, los antiguos conos volcánicos del norte de California, o las pendientes minerales de Tokaj y Somló en Hungría.
Cultivar uva en estos paisajes es aceptar que el suelo impone sus propias reglas. Y esa impronta, visible en cada copa, es lo que hace que los vinos volcánicos se hayan convertido en una categoría fascinante para quienes buscan entender de verdad el carácter de un terroir.
Sin embargo, existen voces que ponen en duda la idea de “vino volcánico” como una categoría unificada. Para especialistas como John Szabo, uno de los mayores investigadores del tema, el término simplifica demasiado una realidad mucho más diversa.
Si bien estos vinos comparten ciertos rasgos -acidez firme, menor protagonismo frutal, una sensación salina marcada-, las diferencias entre ellos son enormes y provienen del ecosistema, la edad del volcán, la composición del terreno, la latitud y las decisiones de vinificación.
Esa complejidad hace que algunos concluyan que no existe un único “vino volcánico”, sino un conjunto de estilos emparentados por el origen del suelo, pero con identidades propias.
Author: Cucinare
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