Las focaccias están viviendo un gran momento, pero en La Casetta Focacceria la tendencia viene acompañada de una historia que desarma cualquier escepticismo. Detrás de este diminuto local, ubicado en Av. Callao 1290 en pleno Recoleta, está Marc Míguez: un chico que abrió su propio negocio a los 15 años y que hoy, con apenas 16, ya es una de las promesas más jóvenes de la gastronomía local.
Marc cocina desde los 7, nació en Valencia y vive en Buenos Aires desde los 4. Mientras cursa el secundario, también estudia en el IAG para acelerar la carrera profesional que ya empezó en la vida real, con una clientela que crece a fuerza de miga esponjosa y buena fermentación.
Acá la masa madre es religión y los alvéolos, un manifiesto. Marc trabaja con fermentación en frío durante 48 horas, un proceso que le da a sus focaccias esa textura aireada y elástica que los fanáticos buscan.
La carta ofrece cuatro sándwiches bautizados como artistas, un guiño a su historia familiar vinculada al arte: Caravaggio (con cebolla caramelizada, muzzarella, rúcula, tomate seco, aceite de oliva, y alioli), Da Vinci (mortadela italiana, ricota cremosa, aceite de oliva, y nuez picada), Giuseppe (jamón crudo, rúcula, aceite de oliva, y queso parmesano) y Vivaldi (jamón cocido, mozzarella, tomate fresco, aceite de oliva, y pesto). Además, todas las semanas ofrecen distintas sopas de estación.
Un proyecto mínimo, personal y con una vocación precoz que siempre deslumbra cuando se hace con talento. Así late hoy La Casetta, la pequeña casa de focaccias que busca un lugar en la oferta panadera porteña.
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