Espeso, cremoso y con una acidez suave que lo distingue del resto. El yogur griego dejó hace tiempo de ser una rareza importada para convertirse en un básico de heladeras, desayunos y cocinas profesionales.
Se lo usa en platos dulces y salados, aparece en bowls, salsas, marinadas y postres, y su textura -más firme y untuosa- es la clave de su encanto.
Aunque hoy se lo asocia al mundo fit y a la alimentación saludable, el yogur griego tiene raíces mucho más antiguas. En Grecia y en otros países del Mediterráneo oriental, el yogur colado fue históricamente una forma de conservar la leche y concentrar sus nutrientes. Al eliminar parte del suero, se obtenía un producto más denso, saciante y estable, ideal para climas cálidos y dietas basadas en ingredientes simples.
En la cocina griega tradicional, este yogur es protagonista: se sirve natural con miel, acompaña frutas frescas, se usa como base de salsas y aparece tanto en platos cotidianos como en recetas festivas.
La principal diferencia está en el proceso. El yogur griego se elabora como un yogur tradicional -a partir de leche y cultivos lácticos-, pero luego se somete a un colado que elimina parte del suero. Ese paso extra es el que le da su textura espesa y su sabor más concentrado.
Como resultado, suele tener mayor proporción de proteínas, menos carbohidratos y una consistencia que lo vuelve especialmente versátil en cocina. No es líquido, no se corta con facilidad y puede reemplazar a otros lácteos más grasos en muchas preparaciones.
A nivel casero, el yogur griego se obtiene partiendo de un yogur natural ya fermentado. Luego se lo coloca en un colador fino o tela sobre un recipiente y se deja drenar varias horas en frío. Cuanto más tiempo de colado, más espeso será el resultado. Es literalmente una cuestión de paciencia y de gravedad.
En la producción industrial, el principio es el mismo, aunque con procesos controlados que aseguran textura, sabor y estabilidad constantes.
Además del clásico natural, hoy existen versiones enteras, descremadas y sin lactosa. También aparecen opciones saborizadas, aunque en la cocina profesional suele preferirse el yogur griego neutro, justamente por su capacidad de adaptarse a distintas recetas.
En lo salado, es la base del tzatziki, acompaña carnes asadas, se usa en aderezos, dips y salsas frías, y funciona muy bien en marinadas. En lo dulce, se mezcla con frutas, frutos secos y miel, se incorpora a tortas y budines, o reemplaza a la crema en postres más livianos.
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