Del ramen a una cookie de chocolate: cómo usar el miso para realzar el sabor de tus recetas

De origen japonés, es un ingrediente que de a poco se va metiendo en las cocinas argentinas.

El miso es uno de esos ingredientes que, una vez que entran en la cocina, se quedan para siempre. De origen japonés y con más de mil años de historia, se trata de una pasta fermentada a base de soja -a veces combinada con arroz o cebada- que se caracteriza por su sabor intenso y su capacidad de realzar cualquier preparación.

Salado, profundo, con un toque umami tan difícil de definir pero imposible de olvidar, el miso se convirtió en un básico de la despensa moderna, al nivel de la salsa de soja o el vinagre de arroz.

Aunque la mayoría lo asocia a la clásica sopa misoshiru, el universo de usos va mucho más allá del bowl humeante que suele abrir las comidas japonesas. El miso funciona como condimento, como adobo y hasta como un “secreto” para sumar complejidad en recetas cotidianas.

En la cocina, existen distintos tipos: el miso blanco (más suave y dulce), el rojo (de fermentación más larga y sabor intenso) y el mixto, que combina ambos. Cada uno puede aportar matices distintos según la preparación y es cuestión de animarse a probarlos.

Cómo incorporar el miso a las comidas

¿Cómo incorporarlo más allá de la sopa? Una de las formas más sencillas es diluirlo en vinagretas para ensaladas o usarlo en salsas que acompañen carnes y vegetales grillados. También funciona muy bien como parte de un glaseado para pescados -pintar un salmón con miso y miel antes de llevarlo al horno es una forma infalible de sorprender- o en marinadas para pollo.

En el mundo veggie, el miso puede transformar un simple puré de zapallo en un plato gourmet o darle una vuelta a un ramen casero sin necesidad de caldo elaborado. Últimamente, se lo ha visto también como parte de untables a base de manteca (como manteca de miso picante para untar al pan).

Otra aplicación menos esperada está en el terreno dulce: una cucharadita de miso en una cookie de chocolate o en una salsa de caramelo logra un contraste salado que potencia los sabores y suma una capa extra de complejidad.

El secreto está en usarlo con moderación, porque su sabor es muy concentrado. Una cantidad no muy grande alcanza para que el miso haga lo suyo: lleve las preparaciones al siguiente nivel.


Author: Martina

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