Royal Palace es un restaurant de la ciudad de Delft, en Holanda, que descubrió una gran oportunidad para destacarse de su competencia en cuanto apareció el coronavirus. Su propietario, Shaosong Hu, había decidido comprar mozos robots antes de que estallara la pandemia, porque le parecía que iban a marcar la diferencia con otros establecimientos gastronómicos.
En un viaje a China durante el año pasado, el dueño se quedó maravillado al verlos operar en un restaurant, por lo que enseguida encargó unos cuantos para que sirvieran los platos y atendieran a los comensales.
Pero luego llegó la pandemia y Shaosong descubrió que había acertado sin saberlo al contratar a estos androides. Con las precauciones que hay que tomar para evitar los contagios, ahora que ya comenzaron a reabrir los restaurantes, los robots se convirtieron en aliados en su afán por mostrar cero riesgo de contagio.
Los androides saludan a los comensales con su voz metálica, sirven los platos y limpian las mesas. Además, al precio de 12.000 dólares cada uno de estos equipos, son más económicos que cualquier mozo de carne y hueso, no cobran horas extra, no se enferman, no se toman vacaciones y no negocian convenios colectivos.
Pero eso sí, no logran conocer y empatizar con los clientes como solo lo pueden hacer los mozos con años de trayectoria.
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