Si bien la carne asada no nació en la Argentina y llegó a nuestros días desde la Prehistoria, el asado se convirtió en uno de los emblemas de la gastronomía nacional.
A nuestro territorio, el asado llegó junto con los españoles, quienes trajeron a América el ganado vacuno y las técnicas para cocinar sus carnes.
Diversos historiadores sostienen que cerca de 1556, Juan de Salazar Espinosa y los hermanos Goes trajeron un toro y 7 vacas desde Brasil a Asunción, que en ese entonces formaba parte del Virreinato.
El ganado se reprodujo y circuló libremente por la región, lo que permitía que cualquiera se apropiara de una vaca, con la condición de no superar las 12.000 cabezas.
Al principio, la mayor parte de la carne se desechaba, ya que los gauchos acostumbraban comer la lengua del animal. Pero de a poco se fue instaurando la tradición de asar la carne. Para ello, hacían un pozo en el suelo de 20 cm con su facón, encendían una fogata y cocían la carne.
El tiempo se encargó después de depurar las técnicas y la aparición de la parrilla fue el salto tecnológico que faltaba para cerrar el proceso.
Algunos que muchos ya conocían y otros sorpresivos como el agregado de agua al aceite.
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