Todo el mundo conoce el trágico acontecimiento en el World Trade Center, un complejo de edificios sito en Manhattan, más conocido por las Torres Gemelas, que sucumbieron bajo un ataque terrorista, atentado del que en 2021 se cumplen 20 años el 11 de septiembre.
Muchos saben que las construcciones albergaban oficinas, parte del corazón financiero de los Estados Unidos. Algunos han visto la magnificencia de los lobbies (uno de ellos ostentaba un gigantesco tapiz del artista catalán Joan Miró), pero pocos saben que en los pisos 106 y 107 del World Trade Center 1, estaba uno de los restaurants más fabulosos de todos los tiempos: el Windows of the World.
En realidad, se trataba de un complejo que incluía un restaurant de lujo, otro algo más chico, un bar y salones para eventos privados. Pero lo que llamaba la atención era el suntuario restaurant, que estaba ornamentado con los más finos mármoles, seda y hojuelas de pan de oro.
El famoso diseñador Milton Glaser, creador del logo I love NY, elaboró los platos, manteles, lámparas, menús y toda la gráfica, empleando una combinación de azul y amarillo.
El artífice del negocio fue Joe Baum, un experimentado restaurador forjado con éxitos y fracasos, quién firmó el contrato para encargarse de toda la operación gastronómica del World Trade Center, que además del Windows of the World incluía 22 bares y restaurants repartidos en las dos torres.
Al momento del atentado de 2001 (la torre había sufrido otro en 1993), el chef ejecutivo era Michael Lomonaco, quien se encargó de renovar la carta, que hasta ese momento se basaba en propuesta francesa tradicional, a una estadounidense moderna. Lomonaco sobrevivió milagrosamente ya que un rato antes de la embestida de los aviones, bajó a una óptica a reparar sus anteojos.
Cuando el vuelo 11 de American Airlines impactó contra la torre, 79 miembros del staff y aproximadamente 100 comensales se encontraban en el Windows of the World.
La explosión se produjo pocos pisos abajo, lo que cortó cualquier posibilidad de escape debido al fuego y al humo. Una de las gerentes, Christine Olender, reunió a toda la gente en el piso 106 desde donde realizó cuatro llamadas a las autoridades alertando de la situación límite en la que se encontraban. Ninguno de los que estaban en el gran restaurant en ese momento, logró sobrevivir.
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