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Retiraron un sándwich del menú para no subir su precio: “Tendríamos que cobrarlo $ 1.800”

Obligados por la inflación, los responsables un restaurant de la Costanera porteña decidieron no ofrecerlo más.

Cuando los costos de los insumos aumentan, son muchos los que apelan al recurso de vender “gato por liebre”, con la esperanza de que el consumidor no lo note.

Apelar al truco de bajar calidad es algo común en el negocio gastronómico y de la industria de la alimentación.

Otros, en cambio, deciden discontinuar los productos cuyos costos no pueden solventar, o que no quieren trasladar al precio final.

Es el caso de Ribs al Río, en la Costanera porteña, que hasta hace pocos días ofrecía un lomito al pan, su plato estrella, pero que se vieron obligados a borrar de la carta.

Se trata del llamado Lomito Ahumado, que además llevaba queso Emmental, que también tuvieron que discontinuar por problemas de importación.

Ssegún cuentan los propietarios en Twitter, el sándwich era muy demandado por los clientes, pero el precio del lomo, se fue por las nubes.

Entonces decidieron no ofrecerlo más en la carta, porque si lo mantuvieran deberían llevar su precio a $ 1.800, ofensivo para el cliente.

El hilo publicado por Ribs al Río en Twitter decía que “el sándwich de 160 gramos de lomo se hacía en pan nube de papa, venía con una porción de papas y tenía un precio de 1.200 pesos”.

Y agregaba que “la calidad que usamos nosotros pasó a $ 1.700 el kilo. El tema es que entre que le sacás las pielcitas, los recortes y lo ahumás, perdés básicamente un 50%“.

Costos y ganancias

Los responsables del local aseguran que “el costo de la materia prima en un restaurant se calcula que no debe ser mayor al 33%. O sea, si un pancho te sale $ 33 de costo, vendiéndolo a $ 100 se estima que con los $ 67 de diferencia vas a cubrir empleados, alquiler, otros costos y tener una ganancia”.

“Es decir que te tendríamos que vender este sándwich a $ 1.800 sin guarnición. No sé vos, pero a mí me llegan a cobrar $ 1.800 un sánguche que ni siquiera es gigante y te doy mínimo un zapatazo. ¡Inviable!”, agregaron.

Esta situación puntual es un indicio del dilema que está por venir en el negocio gastronómico argentino, en el marco de un 50% de inflación que se espera para 2022.

Ese pronóstico inflacionario se verá fogoneado por los aumentos extraordinarios del los commodities, sobre todo en materia de granos.

La guerra en Ucrania, país que es un gran productor de alimentos, también empujará los precios porque verá sustancialmente mermada sus cosechas.

Entonces, tanto industriales como restauradores se verán obligados a subir los precios, bajar la calidad, o directamente, discontinuar los productos; cualquiera de las tres opciones es mala para el consumidor final.

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