La huerta orgánica del barrio Rodrigo Bueno que que crece a metros de Puerto Madero

Comandada por 14 mujeres, la Vivera Orgánica es autosustentable y le vende sus productos al Hotel Hilton.

Por Mariano Jasovich

En un pequeño campito de 800 metros cuadrados, mucho más chico que una cancha de fútbol, y custodiado por las torres espejadas de Puerto Madero, un grupo de 14 mujeres trabaja en una huerta agroecológica en el barrio Rodrigo Bueno.

Un proyecto que empezó por necesidad y se transformó una salida laboral y una terapia para cada una de las participantes.

Kale, cebolla, zanahoria, zapallo, albahaca morada y rúcula se ubican a lo largo del campito que fue cedido por el Gobierno de la Ciudad Buenos Aires para el emprendimiento cooperativo llamado Vivera Orgánica.

Pero la vedette del lugar es otro producto: las hojas de mostaza, que para los inexpertos se confunden con la de lechuga, pero las participantes de la huerta ya aprendieron a diferenciarlas.

El origen de Vivera Orgánica

En diálogo con Cucinare, Elizabeth Cuenca, una de las fundadoras de la Vivera, explica que “todo arrancó en 2017 con un curso de jardinería. Con el tiempo nos dimos cuenta por nuestra salud y como salida laboral lo importante de consumir verduras agroecológicas”.

Cuenca cuenta que sus productos “están fertilizados con compost y regados con agua de lluvia, lo que complementa la sustentabilidad del sistema”.

Vivera Orgánica funciona integrada al barrio Rodrigo Bueno. Sus participantes son todas habitantes del lugar. Hay vecinas que se arriman con bolsas de basura orgánica para aportar a los compost que abonarán los canteros y que, en unos meses, servirán para generar un fertilizante líquido natural.

El agua de lluvia la reservan en cuatro tanques, de 1.000 litros cada uno, que completan el combo sustentable. Desde estos depósitos, a través de un circuito, se usa el agua para regar los cultivos.

En 2019 nace la vivera con el trabajo de 14 mujeres que conformaron la cooperativa. “La ausencia de hombres es más por casualidad que por decisión -relata Cuenca-. Había algunos que se fueron yendo al poco tiempo de iniciar el trabajo y antes de conformar la cooperativa”.

Las mujeres se reparten tareas sencillas para el mantenimiento de la huerta: regar, quitar los yuyos y seleccionar, semana a semana, cuáles son las mejores verduras para incluir en los bolsones.

Además, también dedican tiempo para la comercialización de plantines de hortalizas y especies nativas.

“Emociona lo que pueden hacer varias semillas, agua, sol y un par de manos que las cuidan. Acá nos olvidamos de los problemas hasta perder el control del tiempo“, se entusiasma Cuenca con la vista en la plantación rodeada de las torres de Madero.

Plantines y verduras para el Hilton

Como forma de sustentarse, Vivera Orgánica le provee de verduras al Hilton de Puerto Madero. Cada 15 días, las mujeres de la vivera preparan una bolsa que llega hasta las cocinas del hotel porteño.

Ellos están muy interesados en nuestras hojas por el tratamiento que le damos -relata Elizabeth-. En especial el kale y las hojas de mostaza para sus platos gourmet”.

Además, las mujeres se llevan verduras para consumo personal todas las semanas. Y otra forma de sustentar el trabajo es a través de la venta de plantines de hortalizas y de plantas nativas como ceibos, ombúes y algarrobos.

“Las nativas tienen el valor adicional de recuperar la flora local y que los habitantes de los barrios las conozcan. La idea es que algún día puedan venir vecinos y paisajistas a comprar esas especies al vivero especies difíciles de conseguir“, explican.

Con la cuarentena por la pandemia, florecieron las pequeñas huertas en balcones y terrazas de los barrios porteños. “En ese momento arrancamos con los plantines porque vimos la necesidad de la gente. El trabajo con la tierra es una buena terapia y ver crecer lo que plantamos te da una felicidad enorme”, dice Cuenca con una sonrisa.

Cada plantín se vende a $ 85 y tienen una oferta de 12 macetitas a $ 860. “Es muy accesible porque la idea es que todos puedan tener la experiencia en pequeña escala de lo que es la vivera”, argumenta Elizabeth.

Pero el trabajo no termina ahí: “También ofrecemos asesoría para esas huertas hogareñas para trasladar todo lo que aprendimos en estos años en nuestra huerta”.

Con los dedos marcados por la tierra y la cara de felicidad que le da la concreción del proyecto, Elizabeth recomienda poner “manos a la obra en el pequeño espacio que puedas tener en un departamento o casa. Se te pasa el tiempo volando y te olvidás de todos los problemas”.


Author: MarianoJ

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