El kale llegó a las verdulerías argentinas para quedarse. Esta verdura de hoja tiene un gran potencial antioxidante y su bajo contenido calórico.
En su composición hay carotenoides precursores de la vitamina A, luteína, betacaroteno, vitamina C, vitamina K, ácido fólico, calcio, magnesio, fósforo, potasio, hierro y glucosilonatos.
Además, el kale, es una fuente de proteínas vegetales y de fibra, que aporta muy pocas calorías y apenas grasas.
Una ración de kale puede contener más calcio que la leche; más hierro que la carne; de 3 a 4 veces más ácido fólico que los huevos; de 4 a 10 veces más vitamina C que las espinacas y casi 3 veces más que las naranjas.
Además, es uno de los alimentos con más contenido en vitamina A junto a las zanahorias y en su aporte de vitamina K supera casi en 7 veces a la lechuga de hoja verde.
Su bajo contenido calórico y su alta concentración de vitaminas y minerales convierten a estas hojas en un buen aliado en las dietas.
Una cantidad de consumo semanal de kale razonable es dos veces a la semana en raciones de unos 150 gramos de peso en crudo.
El kale se puede combinar con cualquier alimento. Lo ideal es mezclarlo con otras verduras, legumbres, huevo, carne o pescado.
Suele encajar bien en los primeros platos, como acompañamiento o incluso en batidos con frutas.
El mejor aliño es el aceite de oliva virgen extra que complementa su perfil antioxidante y además favorece la absorción de sus vitaminas liposolubles.
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