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Cerró un mítico bodegón atendido por dos hermanas y un cliente se despidió: “Voy a extrañar tu maltrato”

El Renaciente estaba ubicado en Gorriti y Medrano, pleno Palermo. La historia del lugar como los de antes.

Una esquina tradicional de Palermo cambiará para siempre. Gorriti y Medrano, una zona que hace muchos años se llamó Palermo Viejo y combinaba bodegones con talleres mecánicos ya no será la misma.

Es que el bodegón El Renaciente cerró sus puertas para siempre. La esquina fue vendida y seguramente se convertirá en un edificio con SUM y pileta de los muchos que pululan por la zona.

A El Renaciente lo fundó un gallego, José Insúa, que vino de La Coruña y como muchos de sus compatriotas decidió abrir una fonda para dar de comer y beber a los que pasaran por ahí.

Tomás Quintín Palma contó en su canal de stream que estuvo presente el último día de El Renaciente. “Una de las hermanas es profesora de Letras y la otra psicoanalista. Pero se dedicaron a la gatronomía -contó Tomás-. La banda U2 quiso cerrar el lugar, pero las mujeres no aceptaron porque no podían dejar sin comida a sus clientes”.

“Voy a extrañar tu maltrato”, le dijo Quintín Palma a una de las dueñas del lugar el día del último almuerzo.

El bodegón nació en la década del ’60 y hasta el día de hoy conserva su esencia familiar y es comandado por Mabel e Irene, las hijas de José.

Al entrar al bar se ve la barra y la ventana que deja ver la cocina. Al costado, la puerta que da al patio de la vivienda familiar repleto de plantas y con la escalera de los clásicos PH que da al resto de la casa.

El local era un secreto a voces para los vecinos del barrio. Aún así, en sus mesas solía comer Viggo Mortensen, el actor de Hollywood, durante sus habituales visitas a Buenos Aires.

El local no tiene marquesina y su nombre sólo puede adivinarse en las ventanas de madera.

Abría óolo al mediodía de lunes a sábado. Lo imperdible era su carne al horno con papas de un sabor único y las pastas con estofado. De postre, claro, el tradicional flan mixto.

Una de las hermanas se encargaba de atender al salón mientras que a la otra se la puede ver cocinando, sin prisa, pero sin pausa, a través del pase, tras la muerte del gallego fundador.

La esquina ya no será la misma. Ya no estarán las chicas y el aroma a hogar que salía de su cocina.

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