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El restaurante porteño que recrea los sabores y los íconos culturales de Chile: de su versión de las empanadas a los platos tradicionales

Pirrukén queda en Almagro y fue fundado por una inmigrante chilena a la salida de la pandemia.

Se trata de una colectividad que no cuenta con tantas opciones para recrear sus sabores en Buenos Aires. Sin embargo, los vecinos chilenos cuentan con un espacio para poder recrear los sabores de su tierra natal.

Se trata de Pirrukén, local del barrrio porteño de Almagro, en el que siempre suena una cueca, mientras se despachan las tradicionales empanadas chilenas y los completos.

Todo arrancó hace 7 años cuando una mujer llamada Angie creó Doña Empaná, un emprendimiento de empanadas para eventos y delivery. Hasta que en la salida de la pandemia, en 2021, encontraron el local de Almagro para abrir el restaurante propio.

El local ofrece por la mañana mates, café, galletitas de limón caseras y panqueque con mermelada de mora. También tienen a la venta golosinas clásicas que todos los chilenos recordarán de su etapa escolar.

La especialidad de la casa son las empanadas de pino (el nombre deriva del término pirru, como se le dice en mapuche a la mezcla de carne picada y cebolla), que suman huevo y aceitunas. Así, la cultura chilena se agrega a la variedad de empanadas de las provincias argentinas.

También ofrecen sopaipillas, la versión chilena de las tortas fritas que salen con guacamole como topping. Además, el pancho que en el país vecino es base de la comida callejera. El completo sale con salsa americana, chucrut, tomate y mayonesa y el napolitano con tomate, queso y aceituna.

De platos principales se puede pedir el pastel de choclo o el pollo con arvejas. Para beber, una tradición chilena es la michelada (cerveza con limón y un toque de merken ahumado en el vaso).

Otros platos tradicionales como el sándwich completo, con salchicha, americana, chucrut, tomate y mayonesa. Y la chorrillana porteña, unas papas fritas acompañadas de carne mechada, cebolla caramelizada y huevos fritos.

La ambientación está llena de referencias a Santiago y Valparaíso. En sus paredes aparecen las casitas del puerto chileno, los palafitos de la isla de Chiloe. Y en una ventana dibujaron a un perro famoso chileno: el Negro Matapacos, que participó de las manifestaciones estudiantiles de 2011.

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