Un asado no está completo si faltan las morcillas, ¿o no? Esta es la última pieza que se coloca sobre la parrilla y la primera que se sirve en la mesa. Pero no todos festejan cuando llega en la bandeja del asado. En realidad, con este embutido hay una verdadera grieta, que separa a los fanáticos de los detractores.
En realidad, la morcilla, elaborada a base de carne (generalmente de cerdo) y sangre, tiene muchos siglos de antigüedad: se dice que los griegos la preparaban y que los romanos se volvieron unos especialistas en la materia. Actualmente se come en casi toda Europa, aunque cada país tiene su receta para prepararla.
En la Argentina, las más reconocidas son la morcilla criolla (con algo de carne de vaca, orégano, ají molido, cebolla de verdeo, sal, pimienta y nuez moscada), la de rueda (con otro formato), la bombón (más pequeña) y la vasca (con almendras y pasas de uva). Estas se pueden comer frías o calientes, asadas, entre dos panes o como parte de un puchero o plato de cocina.
Los especialistas sostienen que, para que una morcilla sea de muy buena calidad, hace falta que, al prepararla, la sangre esté caliente, se utilice tripa natural y, como condimento, se agregue sólo cebolla de verdeo o ciboulette. Y sobre la parrilla, hay que mantenerla tibia y, antes de sacarla, darle un golpe de calor con las brasas.
¿Te gusta la morcilla?
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