Guillermo Trullás es un cocinero español que acaba de cumplir una década con su restaurant El Willy en un mercado que siempre es difícil para la cocina occidental, como lo es China. Su establecimiento está ubicado en la zona más exclusiva de Shanghai, el Bund, y ya lleva diez años de un éxito ininterrumpido.
El secreto de su permanencia, que le ha permitido abrir otros tres restaurantes más, es más evidente de lo que uno se podría imaginar. Porque la sociedad china es bastante más cerrada que la de muchos países de Occidente (y otros asiáticos) en cuanto a probar gastronomías de otras culturas se refiere. La cocina pekinesa o cantonesa (según la región del país donde se viva) están omnipresentes: ni siquiera las cadenas internacionales de comidas rápidas han logrado convertirse en masivas como pasa en el resto del mundo.
¿Cuál fue el secreto de su éxito, que le permitió no renegar de la cocina occidental? Adaptar todos sus platos al uso de palitos, en lugar de los clásicos cubiertos que se acostumbra usar en Occidente, como el tenedor, el cuchillo y la cuchara.
“Que puedan comer con palitos es muy importante, porque acá llega gente de provincias que están ‘montados’ en el dólar, pero no saben cómo tomar un cuchillo y un tenedor porque no crecieron con ello. Cortamos la carne en trozos, hacemos croquetas que puedan tomarse con palitos. Lo importante es que los chinos entiendan cómo comer, adaptarnos a sus formas”, explica el cocinero en una entrevista.
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