“¡Mazamorra caliente, para las viejas sin dientes!”, era el clásico pregón de las mujeres de origen africano y descendientes de esclavos que lo vendían en la calle durante la época colonial, y también durante la Revolución de Mayo. Fue así que quedó como uno de los platos tradicionales con que se celebra cada 25 de mayo un nuevo aniversario del inicio del proceso de independencia nacional.
Sin embargo, ya dejó de ser un clásico de la gastronomía argentina, aunque todavía hay gente que la consume, y lugares donde se la prepara. Porque la mazamorra tiene un origen muy lejano, anterior a la llegada de los españoles a América. E incluso existe en varios países de la región.
Se elabora con maíz blanco, agua, azúcar y vainilla (lo ideal es que se use la chaucha, pero hoy en día se utiliza la esencia artificial). También se puede consumir con leche y una pizca de canela en polvo. Aunque el nombre no es originario de América, ya que la mazamorra era la comida que le daban a los galeotes (los prisioneros que eran obligados a remar) y a los marineros en los barcos, y que se parecía a un guiso de legumbres.
En cuanto al consumo en la Argentina independiente, la mazamorra sobrevivió como postre infaltable de las mesas locales hasta que llegó la gran oleada inmigratoria de fines del siglo XIX. Esto trastocó profundamente la manera de comer de los argentinos, quienes se vieron enriquecidos por la gran cantidad de recetas que arribaron en el equipaje de los inmigrantes. Por eso, la mazamorra sigue estando más presente en el Norte argentino y Cuyo, regiones donde las tradiciones se preservaron con mayor fuerza.
¿Ya probaste la mazamorra?
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