Chicos en cuarentena: cuando la cocina es un aula

Fuegos, ollas y sartenes son la oportunidad para que padres decididos instruyan a sus hijos acerca de las materias más diversas.

Por Luis Lahitte

Nada más cierto que en cada crisis hay una oportunidad. Y, si bien la pandemia acotó la actividad escolar a los hogares, con las limitaciones académicas y sociales que eso implica, este escenario puede resultar en una excelente oportunidad para que padres y madres oficien de educadores.

Dentro de casa, el aula por excelencia no está en el cuarto ni en el living, sino en la cocina. A raíz de una nota titulada “Matemáticas, lectura y nutrición: lo que la cocina enseña a los niños”, que leí en un medio francés, confirmo lo que hace tiempo pienso y ejecuto en mi propia casa.

Como periodista gastronómico, la cocina es una parte importante de mi vida, a la que hay que dedicarle el tiempo que merece. Comer bien y de forma saludable es un imperativo. Pero, de ese lapso de tiempo donde uno toma las materias primas y las transforma en un plato, surge una gran ocasión para involucrar a los hijos en el mundo académico. Porque en la cocina pasan muchas cosas, cosas que por lo general están en los libros de estudio, a pesar de que ni padres ni hijos son conscientes de ellos.

Por ejemplo, el seguimiento de una receta con los chicos implica lectura y un mínimo de disciplina y orden para lograr el resultado buscado. Es un proceso en el cual se involucra la matemática. A los chicos hay que hablarles de gramajes, kilos, decilitros, mililitros y demás unidades de medida que ellos pueden llevar a la práctica poniendo los ingredientes en un vaso medidor. Lo mismo sucede con los tiempos de cocción.

La física y la química básica no son ajenas a la pedagogía culinaria. ¿Acaso mientras los niños hacen una vinagreta bajo la batuta del progenitor no se les puede explicar qué es una emulsión? ¿Y los puntos de ebullición, las temperaturas de congelamiento? ¿Y la interacción de los alimentos que se producen en una marinada? Y esto sin entrar de lleno a los libros, ya que al igual que Jourdain, protagonista de El Burgués Gentilhombre, que “hablaba en prosa sin saberlo”, los chicos aprenden sin darse cuenta que están en un aula doméstica, motivo por el cual uno los agarra con la guardia baja, más dispuestos a incorporar conocimientos.

La biología se hace presente, por ejemplo, en las bondades y riesgos que aparejan las bacterias (del Lactobacillus Bulgaricus presente en el yogur, en el primer caso y de la E.Coli en la carne picada, en el segundo). Abrir una lata de sardinas da pie para explicarles lo que es la esterilización y el vacío.

E incluso más: la historia puede despuntar cuando uno les explica la invención de las conservas, que nacieron de la necesidad de abastecer a los ejércitos napoleónicos con alimentos no perecederos, o una macedonia se puede asociar con la historia de Alejandro Magno. Y si uno se va al extremo y tiene los recursos y el interés, la literatura y el arte están presentes en la cocina; de una ensalada puede salir un cuadro de Arcimboldo, o de un emplatado con las obras de Kandinski y todo aquello que la imaginación, conocimientos e improvisación de cada uno pueda proveer a la instrucción casual de los niños. Siempre habrá algo para aportar.

Por eso, manos a la obra y a revisar el significado de la cocina, que no sólo cumple un fin nutricional, sino que hace las veces de laboratorio, aula, biblioteca y lugar de encuentro entre padres e hijos.


Author: Lahitte

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