Como los animales en peligro de extinción, el gobierno de Singapur también está preocupado por el riesgo de que desaparezca su cultura de la comida callejera, al ir retirándose los cocineros que la mantuvieron viva hasta ahora, y por la falta de jóvenes vocaciones que tomen la posta.
Hasta ahora, los “hawkers”, esos puestos de comida al paso con platos de origen chino, indio, indonesio y otras cocinas asiáticas estaban omnipresentes en esta ciudad estado del Sudeste de Asia. Pero a medida que la ciudad se fue enriqueciendo para convertirse en uno de los principales centros financieros del mundo, muchos de estos cocineros se fueron acercando a la edad de la jubilación y cada vez hay menos interesados en seguir ese camino.
La situación preocupa, porque la Unesco declaró a la cocina de calle de Singapur como parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, por su capacidad para reunir cada día a personas de los distintos niveles sociales y por su riqueza culinaria.
“Los platos locales van a desaparecer si los jóvenes no toman los puestos de comida callejera o no aprenden a cocinarlos”, alertó Lim Wei Keat, un reconocido chef que prefirió abandonar una ascendente carrera internacional para volver a sus raíces y ponerse al mando de uno de estos emblemáticos “carritos”, que ofrecen, como mucho, un par de platos cada uno. Afortunadamente, el gobierno decidió apoyar financieramente el impulso de Lim y de todos aquellos que estén dispuestos a arremangarse para no dejar morir su cocina callejera.
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