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Pedidos gourmet, un catador asesinado y canibalismo: el libro que relata las costumbres gastronómicas de los dictadores

Un periodista polaco escribió sobre los cocineros que trabajaron para personajes como Idi Amin, Fidel Castro y Sadam Hussein.

Los libros de cocina son un rubro que en lo que va del siglo tuvieron un crecimiento exponencial. La gran mayoría son recetarios y libros de cocina étnica, pero cada tanto aparece una perlita, como biografías, ensayos e investigaciones, que vale la pena leer.

Una de ellas es How to feed a dictactor (Cómo alimentar a un dictador), del polaco Witold Szablowski.

El hombre realizó un pormenorizado análisis de qué comían dictadores de la talla de Pol Pot, Fidel Castro, Idi Amin y Sadam Hussein, basado en el testimonio de los cocineros que lo sirvieron.

Por ejemplo, el iraquí tenía a su servicio a Abu Ali, a quien eligió luego de comer una torta de cumpleaños con la forma de la Mesopotamia. Hussein adoraba el cordero, la sopa de pescado, los dulces, pero como buen paranoico vivía obsesionado con la posibilidad de que lo envenenen, al punto de que en una ocasión mató a su catador a bastonazos.

Otro sátrapa de gran porte fue Idi Amin (foto), todopoderoso señor de Uganda. Tuvo como cocinero a un tal Otonde Odera, a quien preparaba platos como sopa de rabo de buey o chuletón, y que exigía que siempre hubiera mujeres en su mesa. Todo el mundo estaba aterrorizado ante la presencia del tirano, de quien hay sobradas pruebas de que ejerció canibalismo, especialmente con sus enemigos.

El autor también conversó con el cocinero de uno los grandes asesinos del siglo XX, el camboyano Pol Pot, líder del Jemer Rouge. Según cuenta Yong Moeun, su cocinera, era hombre sobrio a quien gustaba comer platos vegetarianos (sobre todo los que salían de sus granjas de castigo), como la ensalada de papaya y otros más.

Quizás no es tan conocido para el gran público, pero Albania tuvo a Enver Hoxha, quien ejerció el poder entre los años 1944 y 1985 y sólo quería en su mesa los mejores productos de las granjas que colectivizó. Hoxha era servido por Mister K, cocinero que elaboraba menús extremadamente frugales a petición del líder, que lamentablemente acentuaban el mal humor del ya de por sí violento líder estalinista.

Finalmente, están los testimonios de Erasmo Hernández y Justo Pérez, cocineros de Fidel Castro. Seguramente Castro fue el más sibarita de los tiranos (con excepción del mariscal Tito, que no figura en el libro), a quien gustaba no sólo comer bien, sino informarse acerca de los ingredientes y la preparación de los mismos.

Fuera del trabajo de Szablowski, figuran las dos cocineras de Adolf Hitler, que necesariamente hay que mencionar. La primera se llamaba Elen Von Exler, quién previamente había servido al dictador rumano Ion Antonescu, y posteriormente Constanze Maziarly, austríaca recibida en la Escuela de Economía Doméstica. Ambas preparaban platos exclusivamente vegetarianos para el gran carnicero de la historia, una paradoja que cuesta comprender.

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