Ya es costumbre encontrarse con coloridos cupcakes en las vidrieras de las pastelerías, muffins en las cafeterías de especialidad, y magdalenas embolsadas en las góndolas de los supermercados.
Y aunque los tres tienen en común que parecen pequeños hongos, a fin de evitar equívocos, tienen diferencias que vale la pena mencionar.
Comencemos con la magdalena, dulce típico español y primo del muffin, pero más esponjoso y ligero. Sus ingredientes incluyen huevos, azúcar, aceite, harina de trigo, levadura, una pizca de sal y algún aroma sencillo.
¿Y por qué se usa ese nombre para referirse a este pastelillo? Una de las teorías sostiene que originalmente las elaboró una joven francesa llamada Madeleine Paulmier, doncella de la marquesa Baumont Perrotin, en honor del duque polaco Stanislas Leszczyński, mientras que otros afirman que los pasteleros de Commercy, Francia, obtuvieron la receta de las monjas del convento de Santa María Magdalena, teoría que es más creíble debido a la asociación que históricamente existió entre la repostería y los conventos.
Finalmente están los que aseguran que este pastelillo se ofrecía a los peregrinos que hacían el Camino de Santiago, cocinado y moldeado dentro la valva de una vieyra, emblema de Santiago Apóstol.
Por su parte, el muffin es un pastelillo horneado de origen anglosajón, hecho a base de harina, huevo, aceite y azúcar, que suele estar saborizado con chocolate o dulces y va envuelto en un papel circular acanalado.
El nombre viene de la palabra inglesa moofin, que a su vez derivaría del término francés moufflet (pan suave). Su masa es más densa que la de la magdalena, menos esponjosa y lleva menos azúcar. Además, pueden incluir ingredientes más variados, como fruta, frutos secos, copos de avena, chocolate y crema, entre otros.
Ninguno de los anteriores debe confundirse con el cupcake, que es una minitorta hecha y derecha realizada en el molde de un muffin, además, el cupcake suele tener diseños originales, coberturas cremosas, colores subidos y es particularmente llamativos. Claro, porque no solo entran por el paladar, sino también por los ojos.
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